Novela y cuento Géneros literarios. La novela es una obra de ficción en prosa en la que se narra una acción y aparecen unos personajes; no tiene ni longitud fija ni exposición especial y es el más reciente de todos los grandes géneros literarios. En la América de habla española surge en el siglo XIX. El cuento es un relato breve que desarrolla un argumento o una acción y constituye una de las más antiguas formas literarias de transmisión oral. Ha constituido un medio popular de expresión pedagógico, didáctico, moralizador y de entretenimiento. José Esquivel Pren, en su trabajo, Historia de la poesía, la novela, el humorismo, el costumbrismo, la oratoria, la crítica y el ensayo, publicado en la Enciclopedia Yucatanense, Tomo V, dice que la Ley V de la Recopilación de Indias prohibió la distribución y venta de libros profanos y fabulosos, libros de romances e historias fingidas, en las colonias españolas de América, y otras disposiciones en este sentido, fueron las principales causas que motivaron que durante toda la época colonial no surgiera en Yucatán algún ingenio cultivador de la novela, ni de alguna de sus variantes como la narración, el cuento, la leyenda, etcétera.
No fue sino hasta finales de la segunda mitad del siglo XIX, cuando surge en el estado este tipo de literatura. Justo Sierra O’Reilly es considerado como el padre de la novela en Yucatán. En 1841, comenzó a escribir narraciones breves y fue en El Museo Yucateco, periódico literario, donde publicó sus novelas cortas Doña Felipa de Zanabria, Los bandos de Valladolid y El filibustero. Otras de sus novelas son: Un año en el Hospital de San Lázaro y La hija del judío. Ermilo Abreu Gómez consideró a Sierra O’Reilly como el precursor de la novela romántico-histórica mexicana. En este siglo, sobresalen también los escritores: Delio Moreno Cantón, con El último esfuerzo y El sargento primero; José Peón Contreras, con Taide y Veleidosa; Crescencio Carrillo y Ancona, con El santuario de la aldea, La lámpara de tres siglos y Las doce estrellas, y Eligio Ancona, quien fue el más fecundo de todos en cuanto a producción de novelas, entre las que sobresalen El conde de Peñalva, Los mártires del Anáhuac, Memorias de un alférez, La cruz y la espada, El filibustero y La mestiza. Otros novelistas y creadores de diversos tipos de narraciones de la centuria pasada son: Rafael Carvajal, que escribió María, la hija del sublevado, y Un sacerdote y un filibustero del siglo XVII Ramón Aldana del Puerto, con Judith, y La aventurera; Vicente Calero Quintana, con Gerónimo de Aguilar, y Agravio y venganza; Gerónimo del Castillo Lenard, considerado como el padre de la novela de tipo costumbrista en Yucatán, que escribió: Un pacto y un pleito; Eulogio Palma y Palma, con Elisa y las violetas, La paloma torcaz y Aventuras de un derrotado; Santiago Sierra Méndez, con Viajes por una oreja y Flor de fuego, y Pantaleón Barrera, con Los misterios de Chan Santa Cruz.
Entre los autores que escribieron novelas cortas podemos mencionar a: Francisco Sosa, con Magdalena y El privado; José Patricio Nicoli con Quince años después y Los misterios de la calle de Santiago; Yanuario Manzanilla, con Tul y Chac; Catalina Zapata, con Amor y celos, Amado Durand, con El amor con sacrificio y Luis G. Ortiz, con El vizconde Muhldorf, Angélica, y Detrás de la nube un ángel. Por último, se encuentran autores como Severo del Castillo y Manuel Sánchez Mármol que, aunque no nacieron en Yucatán, escribieron novelas de ambiente histórico regional; del primero se puede citar Cecilio Chí, y del segundo La venganza de una injuria, y El misionero de la cruz. En el siglo XIX, la novela se apoyó en la historia regional de la época prehispánica, la Conquista, la Colonia, la Independencia y la Guerra de Castas. Es palpable en ella el sentimiento antindigenista.
Por otra parte, en el siglo XX, la novela no ha sido un género plenamente explotado como lo fue en el pasado. Roldán Peniche Barrera, dice: «Al repasar cuidadosamente la trayectoria de la novela en Yucatán durante el siglo actual (peor básicamente en los últimos años, como hemos asentado), nos asalta un sentimiento de decepción, por cuanto a la exigua producción… Sin embargo, de las pocas escritas (en comparación con el siglo pasado), casi todas han resultado buenas, lo que es altamente indicativo de que el nivel cualitativo de nuestros escritores, repetimos, no es nada despreciable…» Entre los autores que sobresalen están: Eduardo Urzaiz Rodríguez, con Eugenia; José Esquivel Pren, con El violín de Liliencrona y Campeche es mi Sevilla, y Jesús Amaro Gamboa, con Yucatán, sueño sin fin. Otros novelistas de esta época son Gregorio Pérez, con El ahorcado de 1848; Pedro Solís Cámara, con Al salir el sol; Sara Mendoza, con Un baile en el Liceo de Mérida; Domingo Couoh Vázquez, con Obsesión, y Orlando Menéndez Díaz, con Mi único sendero.
Entre los escritores que cultivaron en alguna ocasión diversas formas narrativas en Yucatán en el siglo XX se encuentran: Luis Rosado Vega, con María Clemencia y Claudio Martín; Pedro I. Pérez Piña, con Atavismo, Los irredentos, El precio de una estrella, El ojo de Caín, El rival, Sobre la misma senda y Madre por derecho; Manuel María Escoffié, con Las hijas de Eva, Los hijos de Adán, Benditas sean las mujeres, Bajo el sol de mi tierra, Pólvora y dinamita, De la tierra prometida, y Capital y trabajo; Raúl Carrancá y Trujillo, con Pérez, y ¡Camaradas!; Bernardino Mena Brito, con Paludismo; Baltazar Pérez, con Ocho años entre salvajes, y La venganza de X-Zazil; Felipe Pérez Alcalá, quien en su libro Ensayos biográficos, cuadros históricos, hojas dispersas, 1919, escribió varias novelas cortas; Dolores Bolio, con Una hoja del pasado, y Un solo amor; Josefina Espinosa Riestra, con Lajas en el sendero, y Hada madrina; Antonio Magaña Esquivel, con El ventrílocuo y Juego de sombras; Carlos Duarte Moreno, con Levadura; Miguel Ángel Menéndez, con Nayar; Oswaldo Baqueiro Anduze, con La nave de los piratas ciegos; Antonio Ancona Albertos, con En el sendero de las Mandrágoras; Horacio E. Villamil, con El Carnaval de poquita cosa; Álvaro Gamboa Ricalde, con Nicté-Ha, y Casada con dos; Reynaldo Pérez Gallardo, con Mi amigo loco; Manuel Irabién Rosado, con El señor diputado; Liborio Pérez Encalada, con Heroínas anónimas; Roberto Alvarado, con Soy prófugo de San Quintín; Sara Molina Font, con novelas cortas publicadas en el libro Desencantadas de Occidente; Alfredo H. Gamboa Zapata, con Fruta amarga (una historia de orgullo, de amor y de dolor); Roberto Villaseñor, con la novela histórica, El separatismo en Yucatán Eduardo García López, con Zoila Anastasio Manzanilla, con un libro de novelas cortas titulado Los rostros de la nada Perfecto Irabién Rosado, con Vae Soli, y Santiago Pacheco Cruz, Ricardo Mimenza Castillo, Narciso Souza Novelo y Jaime Orosa Díaz que mostraron marcada preferencia por la leyenda. Durante el último cuarto de siglo sobresale con una obra prolija, Juan García Ponce, que escribe, además de varias novelas y cuentos, piezas teatrales, ensayos, crítica de arte y artículos periodísticos, pero que se formó y ambientó en los círculos literarios de la Ciudad de México, y Joaquín Bestard, quien también emigró a la capital de la República, en donde ahí se inspiró para su obra. De su incipiente novela regionalista se encuentra Un tigre con ojos de jade, 1966, y Viejo cocodrilo, ¡llora!, 1976. Aparte de Bestard, han desarrollado el género de la novela Jorge Méndez Castro, con El gran temor, 1972; Felipe Escalante Ruz, Rutas del triunfo, 1975, y Carlos Loret de Mola, con Ángel sin ojos. El cuento, por otra parte, es considerado como el género literario, en el que más han incursionado los escritores yucatecos. La temática abordada es más bien de corte indigenista o costumbrista. Sin embargo, las nuevas corrientes exploran aspectos de la narración psicológica, el surrealismo, impresionismo o el llamado realismo mágico. Entre los escritores que sobresalen dentro del cuento destacan, entre otros Justo Sierra Méndez, con Cuentos románticos Ermilo Abreu Gómez, con Canek Antonio Mediz Bolio, con La Tierra del Faisán y el Venado; Julio Río C., con La cruz negra, Amor, Escenas crueles, El retrato y Fosforescencia Alfonso López Ituarte, con el libro de cuentos y ensayos titulado Prosa fugaz Filiberto Burgos Jiménez y Joaquín Paso Capetillo, dos de los más notables cuentistas yucatecos que escribieron el primero, Un filósofo, un poeta y una mujer, El hombre que nunca estuvo en París y El zafiro, y el segundo, Golondrina, Historias increíbles, Cuentos breves, La muerte del perro, entre otros Pilar Fontanilles de Rueda, con Cuentos blancos; Carlos Villamil Castillo, con La venganza de los perros Alfredo Aguilar Alfaro, con Yaxché Renán Escalante Mendoza con Relatos extraordinarios y de suspenso Raúl Maldonado Coello, con Cuentos Alfredo Barrera Vásquez con Cuentos mayas; Roger Manzanilla Cáceres, con La búsqueda Jesús Amaro Gamboa, con La palabra entonces y Nunca de su corazón Óscar Palacios, con El otro tiempo y Cuentos del insomnio; Carlos Urzaiz Jiménez, con Mi abuelo el diablo Luis Hoyos Villanueva, con La brecha Jorge R. Ferrari, seudónimo del pintor Gerardo Silva, con Hollywood me espera y Otros cuentos; Nidia Esther Rosado, con Cuando la feria se acabe. Otros autores de cuento del siglo XX son Everardo García Erosa, con La ñapa y otros cuentos; Humberto Lara y Lara con En la montaña chiclera y Don Toribio de la Tetera; Santiago Burgos Brito con Siete cuentos y Memorias de Julián Rosales José María García Morales con La mancha negra; Alonso de Regil y Peón con Magdalena y El arroyuelo y la rosa.
Existen también aquellos narradores que sin publicar sus creaciones en libros, lo han hecho en revistas literarias y periódicos como Mario Zavala Traconis, su hijo, Mario Zavala Velázquez y Alberto Cervera Espejo. Del Taller Literario Platero, se puede mencionar a Jorge González Acereto. Sería muy extenso el mencionar a todos los escritores y sus obras que dentro de los géneros de la novela y el cuento han desarrollado su trabajo en Yucatán, por lo que nos limitamos a mencionar a algunos de los más relevantes; sin embargo, existen obras en las que se puede ahondar más sobre el tema como Historia de la literatura en Yucatán, de José Esquivel Pren, y La voz ante el espejo, de Rubén Reyes, que recopilan la vida y obra de escritores y poetas yucatecos.