Glifos mayas

Glifos mayas  El desciframiento de la escritura maya constituye uno de los aspectos más importantes del conocimiento de esta antigua civilización. Landa fue el único que durante la Colonia manifestó interés por conocer esta escritura y, aunque varios frailes supieron leer estos signos, ninguno más que él dejó a la posteridad información alguna que nos permita interpretarla. Sin embargo, el método seguido por Landa no fue el más adecuado y se prestó a algunas confusiones. Así pues, Landa preguntó a uno de sus informantes cómo se escribían las letras del alfabeto español y el informante, para representar la letra b por ejemplo, que Landa pronunció bé, le escribió el glifo de la palabra maya be, que significa camino. Por un lado, Landa creía que los mayas utilizaban, como los españoles, un alfabeto fonético con un numero de signos muy limitado y, por otro lado, el informante maya le contestó escribiéndole el sonido que oía, al que le dio un significado en su lengua. Landa de hecho, mezcló dos sonidos y dos letras, b y e, que juntas se pronuncian be. Lo mismo ocurrió cuando Landa quiso saber cómo se escribía la letra u, que en maya, significa luna. Landa aporta además una descripción del calendario, así como los signos de los 20 días y de los meses. Brasseur de Bourbourg, al descubrir y publicar el manuscrito de Landa (1864), identifica los códices de París y de Dresden como pertenecientes a la cultura maya. Poco después, descubre en España el Códice Troano, que publica con un intento desastroso de interpretación, habiendo únicamente descifrado los signos de los días, así como identificado el significado de las barras y puntos. León de Rosny, (1876), identificó un signo de mes y los glifos de los puntos cardinales. A. Pousse, (1884), identificó el glifo del número veinte. C. Thomas, (1882), identificó las ceremonias del fin de año y del principio del nuevo.

La más importante contribución del siglo pasado a la interpretación de la escritura maya fue obra del alemán Ernst Förstemann, quien interpretó correctamente la estructura del calendario maya. Identificó en el Códice de Dresden los signos de los meses, reconoció el valor 0 y 20 en los signos de la concha y de la luna, demostró la utilización del sistema vigesimal y, en el calendario, del tun que corresponde a 18 uinales, identificó y descifró la tabla de Venus. También reconoció el inicio de la Cuenta Larga en 4 Ahau 8 Cumhu y explicó correctamente las ruedas calendáricas. Identificó los glifos de kin, uinal, tun, katún y baktún. En el Dresden reconoció las series lunares y aportó muchos otros datos que otros investigadores como Goodman, utilizaron y desarrollaron después. Muchas figuras contribuyen al conocimiento de la escritura maya, entre las que debemos citar a Pío Pérez, Alfred P. Maudslay, Edward Seler, H. Clarencey, Charles P. Bowditch, Teobert Maller, William Gates y Silvanus G. Morley, autor de dos obras muy importantes relativas a las inscripciones mayas: The Inscriptions at Copan y The Inscriptions of Peten. Herbert Spiden propuso una nueva correlación entre el calendario maya y el gregoriano, distinta de la que años antes habían propuesto Goodman y Juan Martínez Hernández. Otros nombres deben agregarse a esta lista de estudiosos que con su esfuerzo, participaron en esclarecer puntos oscuros de la escritura maya: Jhon E. Teeple, Hermann Beyer, Enrique Juan Palacios, César Lizardi Ramos, Ghunter Zimmerman, entre otros. En Mérida destacó el investigador alemán Wolfgang Cordan, al que emuló William Brito Sansores. Eric S. Thompson sintetizó los trabajos de sus predecesores, ofreciendo una clasificación razonada de los glifos, diferenciando el glifo mismo, o sea la raíz, de los signos complementarios que identifica como infijos, que se agregan al glifo mixto modificando así el sentido de la raíz y los afijos que se colocan a la izquierda (prefijo), encima (superfijo) a la derecha (posfijo), o debajo (sufijo) del glifo central, y lo complementan (Maya Hieroglyphic Writing: Introduction, 1950). En su Catálogo, de 1962, divide los signos en tres grupos: los afijos que suman 370, los signos principales que son 356 y los portadores que son 88. Agregando 48 glifos dudosos, se obtiene un total de 862. La combinación de estos signos produce una grafía compleja. Hasta época muy reciente, se habían identificado la casi totalidad de los signos calendáricos, sin embargo, existe una gran cantidad de signos que tienen un sentido distinto; para comprenderlos, es necesario explicar antes en qué consiste la escritura maya.

Los glifos forman grupos que generalmente se componen de una combinación de signos afijos, principales y portadores que constituyen una palabra. Generalmente este signo se integra de un componente semántico y de otro fonético. La combinación puede ser entonces de un signo fonético al que se añade un determinante semántico, o de un signo semántico ligado a un complemento fonético. A medida que evoluciona la escritura, los glifos pueden evolucionar o en favor de los signos semánticos, como en el caso de la escritura china, alcanzando una inmensa cantidad de signos, o en favor de los signos fonéticos, llegando a producir el verdadero alfabeto. Yuri Knorosov tomó en consideración este aspecto y a partir de la existencia de 287 signos, sin sus variantes, contenidos en los códices, deduce que la escritura maya no era ni totalmente fonética ni totalmente ideográfica y que corresponde a un sistema logográfico mixto, aportando pruebas de la existencia de un silabario casi completo, no de un verdadero alfabeto. Así, las palabras formadas por la combinación de una consonante-vocal-consonante (CVC) se escribían con dos signos silábicos equivalentes a CV-CV, dejándose de pronunciar la última vocal. A esta parte del glifo se combinaba la parte ideográfica, que viene a complicar la interpretación del conjunto, o más exactamente, al ideograma se agregaban los complementos fonéticos bajo forma de prefijos, para afirmar el sonido inicial del glifo o de sufijos, para determinar la consonante final. El conocimiento integral de estos complementos fonéticos permitiría un adelanto en la interpretación de la escritura. Esta forma de escritura donde el signo semántico viene acompañado o reforzado por uno o varios signos fonéticos, se utilizaba ya en el Período Clásico, como lo demuestra David Kelley al identificar el nombre del soberano de Palenque, Pacal, que significa «Escudo de Mano», que podía escribirse con un ideograma que representa el objeto, o fonéticamente con los signos pa, ca, l (a), o combinando ambas formas.

Los intentos de lectura se hacen desde varios frentes. Unos son meramente lingüísticos, como los que acabamos de citar; otros, en cambio, derivan de métodos mucho más empíricos, basados sobre las observaciones arqueológicas. Así, la repetición en varios sitios o ciudades, de un glifo determinado al principio de las inscripciones, hizo que Henrich Berlin identificara un grupo particular de signos llamados «glifos emblemas» que, según él, podían ser los nombres de las ciudades o dinastías reinantes y sugirió que las inscripciones que seguían podían relatar hechos de la historia. Tatiana Proskouriakoff observó que las estelas de Piedras Negras estaban dispuestas en siete grupos y que las fechas contenidas en cada grupo no rebasaban el promedio de vida de un individuo. Así, el contenido de las inscripciones de las estelas podían referirse a la historia de cada reino. El monumento más antiguo de cada serie muestra dos fechas, la más reciente relacionada con un glifo que representa una cabeza de animal, con una venda parecida a las caricaturas que muestran personajes con dolor de muela y que significa el ascenso al poder del joven monarca, y la más antigua que indica la fecha de nacimiento del joven monarca, acompañada de un glifo en forma de rana al revés. Otros glifos representan el matrimonio, el nacimiento de los hijos, los nombres y títulos de los personajes, en particular de las mujeres sobresalientes. Otros glifos señalan victorias militares y capturas de enemigos notables. En Yaxchilán, la investigadora pudo reconstruir la historia de la dinastía «jaguar». La identificación de estos glifos permite reconocer las relaciones de una ciudad con otras. El glifo «Emblema de Yaxchilán» acompaña a una de las mujeres importantes de Bonampak y el glifo de Tikal revela las relaciones matrimoniales de los monarcas de Naranjo. En Copán, se pudo reconstruir últimamente la historia dinástica que cubre varios siglos y, en Palenque, Linda Schele y Peter Mathews reconstruyeron la historia dinástica desde el año 465, donde destacan personajes como Pacal, el rey cojo, y su sucesor Chan Bahlum, autores de la magnífica arquitectura de ese sitio. De esta forma, por un lado, sabemos leer ciertos glifos sin conocer su significado, mientras que por otro, sabemos interpretarlos sin poder darles su valor fonético. Sin embargo, un paso gigantesco ha sido dado en la dirección correcta al poder identificar el contenido de las inscripciones, acercándonos cada vez más al desciframiento completo de la escritura sagrada de los mayas.

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