García de Valdés y Osorio, conde de Peñalva

García de Valdés y Osorio, conde de Peñalva  (¿-1652) Gobernador de Yucatán, nombrado el 27 de marzo de 1649, por el rey Felipe IV. El 19 de octubre de 1650 tomó posesión de su gobierno hasta el 1 de agosto de 1652 en que falleció. En 1627 vivía en el palacio episcopal de Puebla como familiar del obispo Gutierre Bernardo de Quirós. Pronto tomó parte en la administración pública ayudando a los virreyes en los negocios más importantes que se les ofrecieron en el distrito de Puebla, tales como la formación del batallón de milicias y acrecentamiento de la renta de alcabalas, las cuales por sus gestiones llegaron a producir anualmente el doble de lo que antes solían producir. Estos méritos y su parentesco con personajes de alta alcurnia hicieron que descollase entre los hombres públicos de la Nueva España. El Marqués de Cerralvo hizo especial distinción de él e informó de sus servicios al rey. El cabildo eclesiástico de Puebla lo pidió para virrey de Nueva España, pero el rey lo nombró alférez mayor de la Ciudad de México, con especiales preeminencias y privilegio. Este empleo se le confirió con calidad de perpetuo, para él, sus hijos, descendientes y sucesores y con la facultad de poderlo vincular, vender, permutar y disponer por contrato o testamento. Se casó con Margarita de Alzate, hermana del doctor Simón Esteban de Alzate, canónigo de la Catedral de México. Con Margarita tuvo un hijo que llevaba su mismo nombre y el título de vizconde de San Pedro Mártir de la Vega del rey. Estaba todavía en España preparándose para volver a México cuando llegó la noticia de la muerte de Esteban Azcárraga quien fuera gobernador de Yucatán, no obstante tener un puesto honorífico consiguió ser nombrado para suceder a Azcárraga. Al llegar a Yucatán se encontró con que muchos indios y españoles habían fallecido de la peste y del hambre que asolaba. Como primera medida de su gobierno, prohibió con severas penas monopolizar el maíz y revenderlo a precio excesivo, lo que provocó molestias entre los encomenderos.

En la administración del erario puso la mayor diligencia para fomentar y mejorar sus ingresos, en esto lo ayudaron el tesorero Cristóbal de Valenzuela y el contador, Pablo Gómez y propuso al rey se creasen los empleos de oficial mayor y menor para esa oficina y alguacil fiscal, y de las encomiendas decomisadas a Francisco de Montejo, se pagaran los sueldos. Puso empeño por conservar constantemente, con una fragata, la defensa de las costas, y propuso al rey que para costearla se consagrase el producto de la contribución cobrada en Yucatán para el equipo de la armada de barlovento: con este cuidado de que la fragata cruzase en el mar próximo a Campeche, Sisal y Laguna de Términos. Además, para dificultar a los corsarios llegar a Campeche, mandó sembrar la playa de arboleda espesa y para mejorar las defensas hizo levantar unas trincheras de argamasa de dos varas de ancho y un estado de alto desde el fuerte de San Román hacia el poniente que cubriese toda la población, pero no tuvo el mismo cuidado para la costa oriental y septentrional, por lo que hubo ataques de piratas.

Durante el gobierno del conde, la marina de Campeche creció, ya que además de los buques que tenía construyó dos naves, una de 400 toneladas y otra de 650. El 8 de mayo de 1651 recibió cédula real del 18 de septiembre de 1650 para que averiguara sobre los fraudes que se hacía en contra del Erario Real del Puerto de Campeche, según denuncias que se habían recibido en el Consejo de Indias. Después de hacer las averiguaciones pertinentes emitió un dictamen muy favorable al comercio de Campeche; hizo notar que no se hallaron las mercancías de contrabando que se buscaban. Solicitó al rey mandase que en las contadurías y aduanas de Nueva España cesase el rigor con que eran tratados los comerciantes de Yucatán y se les tratase en el despacho de sus mercancías con la misma tolerancia y favor con que se trataba a los comerciantes de las otras provincias de la monarquía. Tuvo dificultades con Luis Tello, abogado de indios nombrado por Enrique Dávila y Pacheco, cuyo nombramiento solicitó el conde se revocase por el rey, a causa de no tener título de abogado. Prohibió el tráfico de los comerciantes con los indios, y en su lugar, estableció agentes suyos que fueran los que les suministrasen los productos que necesitaban, todo por cuenta del gobernador, que convertía en beneficio propio el mismo tráfico que acababa de prohibir a otros. Revivió la ordenanza de Tomás López que establecía que los indios de Yucatán sembrasen maíz y frijol suficientes para conservar una parte en graneros y evitar la escasez de cereales. El conde de Peñalva, queriendo saber el estado del acopio de granos, mandó dos personas para que averiguasen, con la mayor discreción, cuáles eran las existencias. Cogolludo dice que esta disposición tenía por objeto dejar a cada poseedor la cantidad de granos que necesitase y poner el resto en un lugar seguro para el sustento de otros que no los tenían, pero la noticia que llegó a los indígenas fue que iban jueces españoles a recoger y secuestrar todo el maíz para llevarlo a Mérida; azuzados por el temor, escondieron los granos en los bosques y en las cuevas donde gran parte se perdió por las lluvias y la humedad, propiciando un hambre espantosa a tal grado que los naturales morían de inanición en las calles y caminos. Preocupado por el deseo de aliviar las necesidades públicas, convocó a una Asamblea de Notables para determinar lo más conveniente en tan críticas circunstancias. Asistieron canónigos, regidores, jesuitas, franciscanos, curas, encomenderos, militares, abogados y otras personas de experiencia y consejo; la reunión terminó sin resolver la situación y el gobernador ordenó que ningún indígena pudiese vender el maíz que recogiese en la cosecha próxima hasta que se hiciese el cómputo de ella para que los que pudieran comprarlo no lo acapararan todo y lo revendieran más tarde a precio excesivo.

Durante su gobierno tuvo una pugna con el obispo Domingo Ramírez, porque el conde pretendía una preferencia trivial en las ceremonias eclesiásticas. Existen muchas versiones de los historiadores acerca de su fallecimiento, Molina Solís, en el tomo II de Historia de Yucatán, asienta que falleció a fines de julio de 1652 de muerte natural, quizás de fiebre amarilla y no asesinado como otros han afirmado. En un acta de su fallecimiento, conservada en el archivo del Sagrario de Catedral, dice: «Año del Señor de 1652, en primero día del mes de Agosto, falleció con todos los sacramentos, el Conde de Peñalva Don García de Baldes Oss. Gobernador y Capitán Gral. Por su Magestad en esta provincia de Yucatán: enterróse en la Catedral». Según el doctor Lara, a consecuencia de que el conde sacrificaba todos los intereses sociales a su inmoderado deseo de acumular riquezas dio origen a un crimen que no es posible dudar, a pesar de que Cogolludo no se atrevió a consignar en sus páginas. En la noche del 1 de agosto de 1652 un paje que entró en la recámara del gobernador, con el deseo de saber si quería que le sirviesen la cena, le encontró muerto en su lecho, víctima de varias puñaladas que había recibido en el corazón. No se ha sabido nunca quién fue el asesino, a pesar de que según se asegura, la corte hizo esfuerzos para averiguarlo. La tradición recogida también por Lara atribuye el homicidio a una señora que se introdujo hasta aquel aposento con el pretexto de solicitar una audiencia, mientras su marido la aguardaba en una puerta falsa que tenía el palacio en la calle del Jesús. También se dice que pudo haber sido un hombre, disfrazado de mujer. Cuando en México se supo de la muerte del conde fue nombrado Juan de Contreras y Garnica, alcalde de corte de México para residenciarlo. El conde de Peñalva fue condenado al pago de 2,500 pesos, los cuales, ejecutada la sentencia fueron pagados en México por la condesa viuda, y en consecuencia levantado el embargo y cancelada la fianza que resultaron del juicio.

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