Guerra Rodríguez Correa, José María

Guerra Rodríguez Correa, José María  (1793-1863) Obispo de Yucatán. Nació en Campeche y falleció en Mérida, Yucatán. En su ciudad natal realizó sus primeros estudios y en el Colegio de San José tomó cursos de latín y filosofía. En 1808, ingresó al Seminario Conciliar de San Ildefonso, en Mérida, donde llevó teología dogmática y moral, sagrada escritura, historia y otras ramas del saber. Siendo aún estudiante, en 1812, ganó por oposición la cátedra de filosofía. Fue ordenado sacerdote en 1816 por el obispo Estévez y ese año asumió la cátedra de sagrada teología en el Seminario del cual fue vicerrector. En los años previos a la independencia de Yucatán, se le consideró adscrito al Partido de los Rutineros. Alcanzada ya la Independencia, en 1824 fue elevado a canónigo de la Catedral y al fundarse ese año la Universidad Literaria, fue nombrado primer rector de ella. Ese mismo año, la legislatura del estado lo designó como uno de los tres miembros de que se componía el poder ejecutivo. De 1827 a 1832 desempeñó la Secretaría de la Vicaría, pero tuvo que cederla al padre José María Meneses, por presiones de los liberales. En 1832 ascendió a la dignidad de arcediano, mientras que su tío, el padre Luis Rodríguez Correa, era nombrado deán, a pesar de la oposición del Partido Liberal. La designación provocó que ambos fueran impugnados ante el Congreso del Estado para que se anularan las promociones. El 25 de agosto de ese año, el presidente de la República, Melchor Músquiz, presentó al Papa Gregorio XVI la propuesta de que Guerra ocupara la mitra vacante de Yucatán. En diciembre fue designado obispo, pero la bula papal fue retenida por sus diferencias con los liberales yucatecos. En octubre de 1833 fue arrestado, con orden de llevarlo preso a Veracruz; el barco que lo conducía naufragó frente al puerto, pero el pasaje y la tripulación fueron rescatados por una nave campechana. Las autoridades veracruzanas lo pusieron en libertad, por lo que regresó a Yucatán. Finalmente, el 25 de julio de 1834 fue consagrado por el obispo de Michoacán, Juan Cayetano Portugal, en la Ciudad de México. En El Obispado de Yucatán, Carrillo y Ancona señala que durante su administración, el obispo fue víctima de una intriga proveniente del gobierno estatal y le fue impuesto un obispo auxiliar: el padre Manuel José Pardío, en ese entonces cura de Sotuta y vicario general del obispado. El argumento usado a espaldas de Guerra fue que se encontraba enfermo y su obesidad lo había debilitado, impidiéndole desempeñar las labores pastorales. El presidente de la República creyó que la solicitud de un obispo auxiliar, enviada por el gobernador, contaba con el aval de Guerra, por lo que postuló ante la Santa Sede al padre Pardío. El Papa Gregorio XVI envió las bulas en favor de Pardío y llegaron en agosto de 1840. Sin embargo, éste nunca pudo ejercer el cargo ya que fue descubierta la intriga.

Durante el ministerio de Guerra Rodríguez Correa estalló la Guerra de Castas. En los años más cruentos de la lucha, las parroquias del oriente y sur del estado desaparecieron por el saqueo, los incendios o la destrucción, con excepción de Mérida y Campeche y algunas poblaciones del Oeste. En ese contexto, dirigió una Carta Pastoral en lengua maya y castellano, de fecha 2 de febrero de 1848, a los indígenas sublevados, que la hizo llegar con la intermediación de los padres José Canuto Vela, Saturnino González, Manuel Ancona y Jorge Burgos. Los conminaba a deponer resentimientos y a que depositaran en la misión pacificadora sus quejas, para que ésta las transmitiera a las autoridades respectivas. Por el peligro de la guerra, intentó trasladar el gobierno de la Diócesis a Tabasco, pero lo persuadió el gobernador Miguel Barbachano. Para combatir a los indígenas rebeldes, en 1848, a petición de Barbachano, facilitó las alhajas de las iglesias, que produjeron 50,000 pesos para obtener armas, municiones, vestuario y víveres en Nueva Orleáns y La Habana. Por su larga estancia al frente de la Diócesis, también le tocó afrontar los efectos de la Constitución Política de 1857 en lo referente a la desamortización de los bienes de la Iglesia. En esa etapa fueron expulsados todos los obispos del país, con excepción de Guerra, que fue acusado de estar en favor de las Leyes de Reforma. De inmediato emitió un desmentido, lo que motivó la aplicación de dichas Leyes en la Diócesis yucateca. El 3 de julio de 1861 vivió la transformación del Seminario Conciliar de San Ildefonso en colegio civil y la ocupación del edificio por el poder civil. Poco antes de su muerte supo de la supresión de los cabildos-catedrales en toda la República, por decreto de 30 de agosto de 1862. Como prelado publicó 24 documentos entre cartas pastorales, tratados instructivos, oficios y notas, entre otros, y ordenó a 281 sacerdotes. Expiró el 3 de febrero de 1863 y fue sepultado en la hacienda San Antonio Cucul, de su propiedad.