Grabado contemporáneo

Grabado contemporáneo  Se inició a partir de la apertura de la Escuela Popular de Arte y del establecimiento de la clase de grabado, de Armando García Franchi. Ello por iniciativa de la agrupación Artistas Pintores Proletarios (APP), formada en 1935 por Francisco Vázquez, Felipe Chi y Alfonso Aguilar, para vincular todo cuanto se realizaba en Mérida con el movimiento nacional. Enfocaron su lucha contra los viejos métodos imperantes en la escuela oficial de esa época, hasta lograr despertar simpatías entre otras agrupaciones, que apoyaron sus gestiones. En una exposición que organizaron en el Teatro José Peón Contreras con motivo del Segundo Congreso Nacional de Historia en Mérida, recibieron el respaldo del gobierno del estado. Acudieron a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) para que apoyara su proyecto de traer quien pudiera orientarlos y ayudarlos a establecer una escuela de artes plásticas, de acuerdo con las inquietudes sociales de la época. La solicitud hecha ante la LEAR por el gobierno del estado pronto fue atendida y se comisionó para que se trasladara a Mérida a Armando García Franchi. Conseguido su objetivo, la APP se transformó en la sección local de la LEAR y puso en marcha el plantel recién creado, haciendo resurgir y evolucionar el grabado. Dentro de su plan de estudios, la Escuela Popular de Arte creó la clase de grabado y con la apertura del taller de grabado la escuela consolidó el resurgimiento de éste, alcanzando dos objetivos, según afirma Jaime Orosa Díaz en su libro El grabado contemporáneo en Yucatán, «despertar entre los estudiantes inquietudes por el grabado y provocar entre los artistas ya formados el deseo de hacer nuevos experimentos en esa materia».

El grabado en madera se utilizó para los programas e invitaciones; la ilustración con matiz ideológico para revistas y periódicos; el cartel mural, combativo y dinámico, también se convirtió en elemento indispensable en las campañas publicitarias cívicas. Manuel Cachón se hizo cargo de la clase de grabado, colaboró en la ilustración de la revista Menyah y también fue consejero del formato de dicha publicación, editada bajo la dirección de Jaime Orosa Díaz. Laboró como tallador en la edificación del Parque de las Américas y con Rómulo Rozo en la del Monumento a la Patria. Cuando Cachón tuvo que separarse de sus clases de grabado, puso como maestro a su alumno Rubén Pérez Morales. A éste se debe el uso por vez primera de la herramienta «velos» es decir, el buril de varios canales que enriqueció su técnica, a diferencia de otros grabadores que usaban gubias y navajas para sus grabados en madera. Asociado con García Franchi y Alfonso Aguilar confeccionó los carteles murales, grabados en madera y a varias tintas, que se realizaron con motivo de los juegos deportivos convocados para festejar la inauguración del campo deportivo Salvador Alvarado, cuando las autoridades pensaban que sólo podía hacerse algo parecido utilizando el offset. Para realizar estos carteles contaron con la colaboración de un grupo de obreros de los Talleres Gráficos del Sudeste. Por su parte, Rubén Pérez Morales hizo ilustraciones para el libro de Jaime Orosa Díaz Trece puntos suspensivos y un punto final. Fueron reproducidos varios grabados suyos en la revista New Masses, de Nueva York, así como en la revista universitaria Orbe. Después de participar en 1940 en los intentos por fundar una Escuela Libre de Artes Plásticas, Pérez Morales se ausentó de Yucatán. Le sustituyó Faustino Madera en la clase de grabado, quien era un grabador en madera exclusivamente. Colaboró en diversas publicaciones donde dejó huella de su actividad como dibujante y grabador, como las revistas Tierra, 1930; Límites, que dirigió Clemente López Trujillo; El Radical y La Hora, y en los murales de propaganda social que bajo la dirección de Carlos Duarte Moreno editó el Partido Nacional Revolucionario en 1936. Algunos trabajos suyos son Maderas y estación de Tunkás.

En 1937, durante la estancia en Mérida del presidente Cárdenas y su secretario de Educación, becaron al profesor Francisco Vásquez y al estudiante Emilio Vera, de la Escuela Popular de Arte, para que estudiaran tres años en la Escuela de Artes del Libro en la Ciudad de México, cuyo director era el profesor checo Koloman Sokol. Posteriormente les dio clases Francisco Díaz de León. De estos maestros aprendieron las técnicas de la litografía, el aguafuerte, aguatinta y conocieron de cerca los trabajos de estas técnicas, realizados por quienes alcanzaron gran prestigio nacional. Concluidos sus estudios, Vera retornó a Mérida cuando la Escuela Popular de Arte había sido clausurada. Participó en la exposición organizada por la Escuela de las Artes del Libro en la Galería de Arte Mexicano, junto con Vásquez. En junio de 1940 y bajo el patrocinio de la Dirección de Cultura Estética ambos realizaron una exposición y Vera participó con 17 trabajos que merecieron los elogios de la intelectualidad yucateca. Cuando en 1944 se fundó la Dirección General de Bellas Artes y resurgió la Escuela de Artes Plásticas, Vera se hizo cargo de la clase de grabado. También fue profesor de composición artística, teoría del color e historia del arte. Vásquez retornó a la Ciudad de México. Apoyó a los artistas yucatecos en la exposición que recorrió diversas poblaciones de México por iniciativa de la Sociedad Mexicana de Grabadores. En una que se efectuó en Mérida, participaron Raúl Gamboa, Fernando Castro Pacheco y Emilio Vera y al irse Vásquez, se llevó trabajos de los alumnos de Vera, entre los que destacan los de Alberto García, para que formaran parte de la interesante colección artística. El renacimiento del grabado en Yucatán ha pasado por las siguientes etapas: a) madera de hilo con pobreza de herramienta (Cámara, Gamboa Leal, Cachón); b) madera de pie con mejor herramienta (Pérez M., Madera, Vera); c) madera, metal y piedra (Vera, Vázquez, García).