Historiadores de Yucatán Siempre resulta difícil definir lo que es historia y lo que no es, ya que todas las disciplinas inciden en la evolución de la sociedad y cualquier documento, por la misma razón puede resultar un testimonio histórico. Yucatán, como cualquier región del mundo y posiblemente más que otras, ha tenido el privilegio de generar una larga serie de documentos que registran los hechos significativos de la evolución de su sociedad. Ya desde la época anterior a la conquista hispana, abundaban los códices que registraban los hechos más importantes de su pasado, destruidos todos a excepción de tres. Los Chilames, que conservan esta tradición, aportan, sin embargo, una documentación importante sobre el pasado de los mayas yucatecos. El descubrimiento mismo de la Península por los españoles no ha sido narrado en los documentos que se conservan, mas que en las obras de compilación de los historiadores oficiales de la Corona española como Gómara, Oviedo y Herrera. Sin embargo, todavía persisten dudas sobre la fecha real del descubrimiento y la identidad de su autor, ya que el mapa más antiguo en que aparece Yucatán fue impreso en 1513, cuatro años antes del viaje de Hernández de Córdoba. La relación más antigua de la llegada de la expedición de Grijalva fue escrita por el capellán de la misma, el padre Juan Díaz, cuyo texto en español se desconoce y del que perdura una traducción italiana publicada en 1535. La expedición de Cortés, seguramente fue relatada por él mismo en su Primera Carta de Relación, que se extravió desde época muy temprana sin llegar a publicarse. En parte, fue compensada por el relato de Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera, quien además participó en los dos viajes anteriores.
La conquista de la Península, que careció de cronistas, fue reconstruida años más tarde, permaneciendo todavía obscuros muchos aspectos de la misma. Si bien muchos documentos relativos al descubrimiento y la conquista de Yucatán se extraviaron en Europa, la mayoría de aquellos documentos conservados en Yucatán desaparecieron sin dejar huella, debido al clima y al vandalismo de los hombres. Entre los que se conservan, o cuyo contenido es conocido, figura la Crónica de Chicxulub, escrita por Nakuk Pech quien, en 1519 siendo adulto, fue testigo de la Conquista, y la Crónica de Calkiní, en donde el autor indígena relata el paso de Montejo por el cacicazgo de Ah Canul. Gaspar Antonio de Herrera, más bien conocido por su nombre indígena de Chi, de la renombrada familia de los Xiu, en su larga carrera de escribiente, secretario y escritor, debió producir una enorme cantidad de escritos de los que sólo subsiste la Relación de Mérida, firmada por Martín de Palomar y Gaspar Antonio Chi. Otros nombres podrían darse de escritores e historiadores yucatecos del siglo XVI, como Cosme de Burgos que sólo conocemos por una referencia que de él hace Pío Pérez, y fray Alonso de Solana, cuyos escritos han desaparecido, aunque algunos fueron utilizados por Bernardo de Lizana. Un conjunto de primera importancia para el conocimiento general de la Península constituyeron las Relaciones de Yucatán, encomendadas por Felipe II al gobernador Guillén de las Casas en 1577. Se publicaron en dos volúmenes que contienen cada uno 25 relaciones firmadas por otros tantos encomenderos aportando información importante sobre la situación de la Península durante las tres primeras décadas de la dominación española. Otro conjunto importante de documentos del siglo XVI fue publicado en Cartas de Indias, en Madrid, 1877, y reeditado posteriormente, en donde se abordan algunos aspectos de la vida civil, religiosa y administrativa de Yucatán, así como las relaciones entre indios y religiosos, en particular con Diego de Landa a raíz del Auto de Fe de Maní. Muchos documentos similares permanecen en los archivos de España, esperando su estudio y publicación.
El más importante de los historiadores yucatecos del siglo XVI sigue siendo el obispo Diego de Landa. Llegó joven a Yucatán y fue asignado al convento de Izamal, donde era guardián fray Lorenzo de Bienvenida. Estudió el idioma maya con el método Villalpando que posteriormente revisó para facilitar su uso. Juan Coronel poco tuvo que agregarle para imprimirlo. Después de un período en que se dedicó a la evangelización, fue nombrado guardián del convento de Izamal. Construyó entonces sobre una plataforma prehispánica el famoso convento que perdura hasta nuestros días. En 1556 ocupó el cargo de custodio de la provincia durante el cual entró en pugna con los gobernadores de Yucatán, realizando un viaje a Guatemala para acusarlos ante la Audiencia de los Confines, de la que entonces dependía la provincia, motivando así, la venida del oidor Tomás López, que asumió el gobierno de Yucatán y dictó sus célebres Ordenanzas que reproduce López de Cogolludo. Constituida la provincia franciscana con las custodias de Yucatán y Guatemala, fue nombrado ministro provincial con facultades episcopales e inquisitoriales. Fue entonces cuando realizó el controvertido Auto de Fe de Maní que motivó su viaje a España donde fue sometido a juicio. En 1573 fue, sin embargo preconizado y nombrado obispo de Yucatán, a la muerte de Toral. Regresó ese año a Yucatán sosteniendo duras polémicas con los gobernadores y falleció en 1579, siendo sepultados sus restos en el convento de San Francisco de Mérida de donde, en 1588, fueron trasladados a España. Su obra fundamental, la Relación de las cosas de Yucatán, parece haberse perdido para siempre; sin embargo, Brasseur de Bourbourg encontró en 1865, en la Biblioteca de la Real Academia de Historia de Madrid, un extracto de la misma que publicó en bilingüe, español-francés, en 1864. De la Rada y Delgado editó en 1881 una versión más correcta del texto, sin las eruditas notas del abate. En este texto, Landa relata los principales hechos de la Conquista y proporciona una amplia descripción del estado civil y religioso del pueblo maya, que constituyen una fuente de primera mano para la historia de Yucatán. Antonio de Ciudad Real vino a Yucatán con los frailes que Diego de Landa trajo de España en 1573. Fue secretario del provincial fray Pedro de Noriega con quien recorrió dos veces, a pie, toda la provincia. En 1582, fue designado secretario de fray Alonso Ponce, comisario general de la Orden Franciscana en la Nueva España, con quien fue desterrado a España. En 1593, regresó a Yucatán dedicándose a continuar su famoso Calepino de la lengua maya. En 1603 fue electo ministro provincial por tres años. Murió en 1617, a los 66 años de edad. Además de su Calepino y de unos Sermones, en lengua maya, dejó una Relación de las cosas que sucedieron al R.P. comisario general fray Alonso Ponce en las Provincias de la Nueva España, impresa en Madrid en 1872. Una parte está dedicada a la visita que el comisario realizó a los conventos de Yucatán describiendo el itinerario y las fiestas que en su honor organizaban los indígenas, aportando datos históricos sobre la fundación de los conventos, así como biografías de los frailes más destacados.
El siglo XVII vio florecer a varios destacados historiadores, entre ellos a Bernardo de Lizana quien, llegando de España en 1606, se dedicó al aprendizaje de la lengua maya que manejó con mucha perfección y ocupó todos los cargos de su orden, con excepción del de provincial. Murió en Yucatán en 1631 dejando su obra Historia de Yucatán. Devocionario de Nuestra Señora de Izamal y Conquista espiritual, publicada en 1633 y reeditada en México en 1893. Cogolludo utilizó esta obra para escribir su propia Historia de Yucatán.
El primer historiador nacido en Yucatán fue Pedro Sánchez de Aguilar, descendiente de los conquistadores Hernán Sánchez de Castilla y Fernando de Aguilar. Estudió gramática bajo la dirección de Gaspar Antonio Xiu y fue a México donde se graduó de doctor. De regreso a Yucatán fue cura de Calotmul, Chancenote, Valladolid y del Sagrario de la Catedral de la que también fue maestrescuela y deán de la Santa Cruzada. Gobernó provisionalmente el obispado a la muerte de su titular Juan de Izquierdo. Fue a España en 1617 defendiendo los intereses seculares y estuvo por última vez en Yucatán en 1620, camino al Perú, con el nombramiento de canónigo de la Catedral de Charcas. Se desconoce la fecha de su fallecimiento. Escribió una Doctrina Cristiana, en lengua maya y un Memorial sobre los conquistadores, ambos desaparecidos. Su Informe contra Idolorum Cultores se publicó en Madrid, en 1639 y se reeditó en 1892 y en 1937.
Francisco de Cárdenas Valencia nació, según Cogolludo, en Valladolid, Yucatán. Fue clérigo secular, juez contra el crimen de idolatría y comisario de la Santa Cruzada. Se desconocen las fechas de su nacimiento y muerte, aunque sabemos que ésta ocurrió antes de que Cogolludo concluyera su Historia. Escribió una Relación de la Conquista y sucesos de Yucatán que permanece extraviada y una Relación historial eclesiástica, publicada en 1937, que se refiere al establecimiento de la Iglesia en Yucatán, a sus obispos, a las fundaciones y a su clero en general. El más importante de todos es sin duda fray Diego López de Cogolludo, de quien se desconocen con exactitud las fechas de su nacimiento y muerte. Llegó a Yucatán en 1634 con la misión que trajo fray Pedro Enríquez. En 1637, estuvo en Guatemala como secretario de fray Luis de Vivar durante su visita a los conventos de esta provincia. Luego fue guardián del convento de Maní, en 1639, y de Motul, en 1649. De nuevo regresó a Guatemala como secretario del visitador fray Antonio Ramírez en 1650, acompañándolo a la Ciudad de México. De retorno a Yucatán, fue definidor y ministro provincial electo en 1663. Es probable que su muerte haya ocurrido poco tiempo después, en 1665 posiblemente, antes de terminar su trienio en este último cargo. Su gran obra, la Historia de Yucatán, se publicó en 1688, fue reeditada por Justo Sierra O’Reilly en 1842-1846, en dos tomos y luego en 1867-1868. En 1954, se hizo una cuarta edición en tres tomos y finalmente una edición facsimilar de la primera, con un estudio preliminar de Rubio Mañé en 1957. Existe, además, una edición facsimilar de la segunda edición.
Para escribir su obra, Cogolludo utilizó todos los documentos y escritos disponibles entonces en Yucatán, haciendo referencia a sus autores y describiendo, con toda imparcialidad, los hechos de que fue testigo o protagonista. Aunque poca relación tuvo con Yucatán, fray Francisco de Ayeta vino a esta provincia a principios de 1864 para presidir el capítulo en que fue electo ministro provincial fray Juan de Almeida. Recogió entonces y envió a España el manuscrito de Cogolludo para su publicación, salvándolo así de la destrucción y el olvido. Participó con sus escritos apasionados en la defensa de la orden contra el proceso de secularización emprendido por Juan de Palafox. Sus obras más conocidas, con relación a la Península, son el llamado Último recurso de la provincia de San Joseph de Yucatán y el Crisol de la verdad. No fueron impresos con la intención de ser difundidos entre el público, sino a las máximas autoridades del reino que podían revertir el proceso de secularización. Otros numerosos autores produjeron escritos importantes para la historia de la Península, que desgraciadamente se extraviaron o desaparecieron. Así, puede citarse a Diego Fernández de Velazco, quien fue nombrado gobernador de Yucatán en 1598 y escribió una Relación de los desórdenes dignos de remedio que se notan en las encomiendas de Yucatán. Este manuscrito estuvo en la biblioteca de González de Barcia que se dispersó en 1743. Cogolludo se refiere a una Relación de los sucesos de Valladolid, por Juan Cano Gaitán, originario de esta ciudad, y remitida a Cárdenas Valencia para incluirla en la Relación de la Conquista…, que éste escribió para el cronista mayor de Indias, Tomás Tamayo de Vargas. Existen referencias a una Representación al rey pidiéndole la conquista de Itzá y Lacandón, con unas noticias y mapa de dichas tierras, de Nicolás Lizarraga, que estuvo en la biblioteca de Barcia de donde desapareció. Se desconoce su contenido.
El siglo XVIII resulta muy pobre en producciones históricas. El autor más notable fue Juan Villagutierre Sotomayor, quien estudió derecho en la Universidad de Valladolid y obtuvo empleo de relator y abogado en la Real Chancillería de esta ciudad. En 1695 obtuvo, por oposición, una plaza de relator supernumerario en el Consejo de Indias en la Corte de Madrid, donde era encargado de hacer la síntesis de los documentos que narraban los hechos que estaban ocurriendo. Villagutierre, interesado por lo que ocurría en la región situada entre Yucatán y Guatemala, empezó a recopilar toda la información disponible sobre la misma para escribir su libro Historia de la conquista de la provincia de el Itzá, publicado en 1701. Lo hizo con tal cuidado, que su lectura parece indicar que estuvo en esta región y fue testigo de los hechos. En 1707, recibía los emolumentos correspondientes a un relator numerario en el Consejo de Indias. Dejó escrito otro libro sobre la sublevación y la historia de Nuevo México. Relacionada con el mismo tema, fray Andrés Avendaño dejó escrita una Relación de las dos entradas que hize a la conversión de los gentiles itzaez y cehaches…, que estuvo en la biblioteca de José Fernando Ramírez y se vendió en Londres en 1895. Constaba de 131 páginas y permanece extraviada. Villagutierre publicó un extracto de la misma. Avendaño escribió otras dos obras, un Diccionario de nombres de personas, ídolos, danzas y otras antigüedades de Yucatán y una Explicación de algunos vaticinios de los antiguos indios de Yucatán. Grande debió ser la importancia de dichas obras, ya que existen evidencias de que Avendaño sabía leer los jeroglíficos mayas. Ambas obras se han perdido.
Con relación al pleito entre el clero secular y regular que duró tanto tiempo, en que la orden franciscana perdió en Yucatán las parroquias de Ichmul, Hocabá, Tixkokob y Tixchel, ganadas por Cárdenas Valencia y posteriormente las de Tizimín, Homún, Umán, Hunucmá, Tenabo y Champotón, que motivó las airadas protestas del padre Ayeta, fray Andrés Quiles, que era procurador general de las provincias seráficas de Indias, escribió su Memorial al Supremo Consejo de las Indias sobre las parroquias de la provincia de San Francisco de Yucatán, que se imprimió como los de Ayeta, sin indicar lugar ni fecha de su edición.
Fray Joaquín Vedoya, originario de Yucatán y que llegó a ser ministro provincial, escribió una Carta al Rmo. P. ministro provincial de Yucatán (fray AtanasioAbad) sobre el servicio que dan los indios a los curas y religiosos doctrineros. Beristain dice que se imprimió y cita algunos párrafos curiosos, como «que sin contar las iglesias que los portugueses tienen en el Brasil y los franceses en sus posesiones de la América, sólo los españoles han levantado hasta el año de 1721 setenta y seis mil cuatrocientos quince templos al Dios verdadero de ambas Américas». Al parecer, este opúsculo contiene muchos datos curiosos sobre Yucatán. La atormentada vida del padre fray Nicolás de Lara fue descrita por Justo Sierra en el Registro Yucateco y por G. Martínez Alomía en sus Historiadores de Yucatán. Este ilustre agustino, además de escritos religiosos, dejó unas Noticias sobre el Seminario de San Pedro, publicadas en el tomo III del Registro Yucateco, y varios Manuscritos que fueron publicados en el Museo Yucateco, que relatan la sucesión de los gobernantes de Yucatán desde Francisco de Montejo hasta José Crespo, en 1761, con los hechos más notables de este largo período. Murió en 1808. El jesuita Agustín Castro estuvo en Mérida, enseñando jurisprudencia canóniga antes de ser expatriado a Italia, en 1767, cuando Carlos III expulsó a la Compañía de los dominios de España. Además de sus impresos teológicos y religiosos, dejó manuscritas cuatro obras: De los frutos preciosos de Yucatán y medios de fomentar y ampliar su comercio, Disertación sobre el modo de sacar la sal y antiguo comercio que de ella hacían los yucatanos, Historia de las encomiendas de Yucatán, e Informe de la Universidad literaria de Yucatán a favor de los curas doctrineros. Antonio Sebastián Solís Barbosa dejó impresa en 1748, según Beristain, una Descripción expresiva de la plausible pompa y magestuoso aparato con que la ciudad de Mérida de Yucatán celebró la exaltación al trono de las Españas del señor don Fernando VI. Arturo O’Neil y O’Kelly, mariscal de campo, sustituyó en el gobierno de Yucatán a José Sabido de Vargas y fue antecesor de Benito Pérez Valdelomar. Fracasó en su intento de expulsar a los ingleses de Belice. Dejó manuscrita una Descripción, población y censo de la provincia de Yucatán en la Nueva España, que Beristain vio en la biblioteca de la Catedral de México. El último historiador que se consigna para el siglo XVIII es Ceferino Gutiérrez, originario de Ticul y farmacéutico en Mérida. Escribió una especie de diario en donde registra los principales acontecimientos ocurridos en Yucatán entre 1798 y 1822, titulado Gobernadores, alcaldes y otros jefes así civiles como eclesiásticos que he conocido en esta ciudad desde mi ingreso en ella y pasajes memorables de cada uno. Según G. Martínez Alomía, quien poseía una copia del original, entonces en poder de Carrillo Ancona, éste constaba de 162 páginas en donde se relataban los hechos principales que precedieron y marcaron la independencia de Yucatán. El texto completo nunca ha sido publicado.
El siglo XIX fue muy abundante en testimonios históricos sobre la Península, debido fundamentalmente a dos factores: primero la introducción de la imprenta en Yucatán en 1813 y segundo, por el interés que presentó la Península para los viajeros y estudiosos extranjeros. Entre aquellos oriundos de Yucatán que dejaron obras históricas referentes a su tierra de origen, el primero es el cura Bartolomé del Granado Baeza, nacido en Valladolid en 1742 y muerto en 1830. Fue encargado de escribir un informe que fue enviado en 1813 a la Diputación Provincial para ser entregado a la Corte. Este Informe en contestación al interrogatorio de 36 preguntas circulado por el Ministerio de Ultramar sobre el manejo, vida y costumbres de los indios fue publicado en el primer tomo del Registro Yucateco por Justo Sierra. Al terminar la Colonia, Policarpo Antonio de Echánove, junto con Calzadilla, Bolio y Zuaznavar, redactaron sus Apuntaciones para la estadística de la provincia de Yucatán… de 1814, que fueron publicadas en El Fénix, en 1849, y reeditadas, según el manuscrito original, en 1871. Echánove también escribió un Resumen instructivo de los fondos de medio real de ministros y comunidades de indios de la provincia de Yucatán…, publicado también en El Fénix, en donde describe los gravosos impuestos que los indígenas pagaban al erario público además de las cargas eclesiásticas. Pedro Manuel de Regil, rico comerciante de Campeche y político activo hasta la Independencia de México, dejó dos documentos importantes para la historia de Yucatán: Memoria instructiva sobre el comercio general de la provincia de Yucatán y particularmente del Puerto de Campeche, publicada en Madrid en 1812 y reeditada en El Fénix en 1848, e Instrucciones que la diputación provincial de Yucatán dio a los señores diputados que eligió la provincia para concurrir a las Cortes Generales y Ordinarias de la Monarquía, en los años de 1821 y 1822, publicadas igualmente en El Fénix. El registro de los gobernadores y sucesos de Yucatán se encuentra en las obras de Cogolludo, que alcanza hasta el año de 1656; las del padre Lara cubren hasta 1762 y las de Ceferino Gutiérrez abarcan de 1793 a 1891. El período faltante encuentra en la obra del capitán José Julián Peón, la cobertura de los años restantes; su Crónica sucinta de Yucatán fue publicada en 1831 y luego reeditada en 1901. José Martínez de la Pedrera fue un polémico funcionario durante la postrimería de la Colonia y tuvo un papel preponderante durante en el juicio de Gustavo Nording de Witt que a su modo, describe en su obra Historia secreta del melancólico proceso formado en el tribunal del gobierno de Mérida de Yucatán contra Emilio Gustavo Nording de Witt, emisario del rey intruso José Napoleón, publicada en el Museo Yucateco, en 1841-1842. También escribió Idea de la esclavitud de Yucatán en el gobierno de los Reyes, publicado en 1814 y reeditado en El Fénix en 1849, en donde describe la corrupción existente en el gobierno y los perjuicios que sufre el pueblo. Contemporáneo de los anteriores, fue fray Juan José González, español de vasta erudición que se dedicaba a la enseñanza en el Colegio Franciscano de Guatemala, de donde fue enviado a impartir la clase de filosofía en el Colegio de Campeche, hacia 1801. Apenas instalado, «dejó a un lado las doctrinas del sutil Escoto e introducía a Campeche la filosofía de Descartes, el sistema coperniciano, las demostraciones de Newton y Galileo y aun algunas ideas racionalistas de la escuela de Voltaire». Contrariamente a lo que había ocurrido en Centroamérica, sus enseñanzas fueron muy bien recibidas y llegó a ocupar todos los cargos hasta ser electo ministro provincial en 1811. Al ser secularizados los conventos de Yucatán, le fue conferido el curato de Tekax, hasta su muerte en 1829. Publicó en 1814 un folleto titulado Reverente exposición que hace al Soberano Congreso de las Cortes Generales de la Nación Española el provincial observantes de San Francisco de la de San José de Yucatán, oponiéndose a la secularización de las doctrinas. En él, describe la Península y ofrece un panorama histórico de la orden en Yucatán así como los conventos existentes. El primer historiador de Yucatán que participó con su obra y sus acciones en los hechos relacionados con la Independencia fue Lorenzo de Zavala, otrora alumno de Pablo Moreno. Además de sus famosos escritos relacionados con la historia de México, tales como su Ensayo histórico sobre las revoluciones de México o su Viaje a los Estados Unidos de Norte América y de los numerosos escritos que produjo para la naciente prensa yucateca, publicó en La Habana, en 1820, Pruebas de la extensión del despotismo o idea del estado actual de la capital de Yucatán, reeditado en Mérida en 1923, donde relata y comenta el despojo a Miguel de Castro y Araoz del mando civil y militar y al teniente de rey de Campeche, Juan José de León, por Carrillo y Albornoz y Rivas Vertez, respectivamente. El michoacano José Antonio Gómez de Zorrilla, nombrado secretario de Gobernación y Guerra de Yucatán por la Regencia del Imperio, desempeñó luego varios cargos en Tabasco y Chiapas antes de regresar a Mérida en 1849 donde murió en 1858. Teniendo acceso a muchos expedientes de carácter legal, dejó escrita una importante Historia del asesinato del capitán general de esta provincia de Yucatán don Lucas de Gálvez. Santiago Méndez, que fue gobernador y político, escribió un extenso estudio titulado Noticias sobre las costumbres, trabajos, idioma, industria, fisonomía de los indios de Yucatán, publicado en México, en donde expone, poco después de la Guerra de Castas, el carácter de los mayas sublevados. Estanislao Carrillo, de quien Stephens hizo tantos elogios, publicó en el Registro Yucateco varios artículos relacionados con la arqueología maya y la historia de Yucatán. El interés que existía por la historia antigua era entonces excepcional en la Península, el cual alcanzó su máxima expresión en la obra del sabio, Juan Pío Pérez. Charles St. John Fancourt, quien gobernó la colonia de Belice durante la sublevación maya de 1847, publicó una Historia de Yucatán cuyo único interés consiste en el relato de las principales entradas que se hicieron en el Petén hasta la conquista de este territorio por Martín de Urzúa. Gerónimo Castillo, intelectual, periodista y político yucateco, dedicó muchos de sus esfuerzos a la literatura y a la historia. Entre sus obra históricas más importantes, están: Carácter, costumbres y condiciones de los indios en el Departamento de Yucatán, publicado en México y luego en el Registro Yucateco, en donde describe el estado deplorable en que se encontraban los indígenas y la importancia que podría tener la educación en su regeneración; sus Efemérides hispano-mexicanas o Calendario histórico, publicadas en El Repertorio Pintoresco, en 1861, relatan sucesos de Yucatán y de otras partes y su Diccionario histórico, biográfico y monumental de Yucatán, del que sólo se publicó el primer volumen, poco después de su muerte en 1866 y que abarca da la letra A a la C. Los originales de los dos volúmenes restantes fueron destruidos durante el sitio de Mérida por los republicanos, a la caída del Imperio. Esta obra, de interés extraordinario, resulta actualmente muy escasa. Hijo de Pedro Manuel de Regil, citado anteriormente, fue José María Regil Estrada, abogado, maestro y funcionario distinguido, autor de Estadística de Yucatán, publicada en 1853, en el Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística de México y constituye una digna continuación de la obra de Echánove. En ella se inserta un capítulo importante sobre la historia de Yucatán. Uno de los gigantes de la historiografía yucateca fue el ilustre campechano, doctor Justo Sierra O’Reilly. Fundador, redactor y director de varios periódicos como El Amigo del Pueblo, La Razón y la Unión Liberal, de carácter político; El Museo Yucateco, primero en su género en la Península; El Registro Yucateco, considerado como una joya de la bibliografía yucateca, y El Fénix, en los que reeditó numerosos escritos y documentos antiguos que hubieran, como tantos otros, desaparecido para siempre. También editó obras como el Viaje a los Estados Unidos, de Lorenzo de Zavala, tradujo y publicó el Viaje a Yucatán, de Stephens y publicó sus Impresiones de un viaje a los Estados Unidos y Canadá que quedaron inconclusas. Sus escritos, papeles y numerosos documentos históricos, fueron destruidos cuando su casa fue saqueada en Campeche en 1857, perdiéndose para siempre muchos escritos suyos. Salvó del olvido la obra de Cogolludo que reeditó con grandes esfuerzos.
Además de sus numerosos escritos y artículos, citaremos solamente Ojeada histórica sobre el establecimiento británico en Belice, publicado en El Fénix y que abarca hasta 1786, Galería biográfica de los señores obispos de Yucatán en El Registro Yucateco, Influencia del Seminario en nuestra sociedad moderna, en El Fénix, y Consideraciones sobre el origen, causas y tendencias de la sublevación indígena, sus probables resultados y su posible remedio, en El Fénix, y que constituye un estudio y análisis de la participación indígena en la historia de Yucatán hasta las vísperas de la independencia nacional. Muchas otras obras literarias y jurídicas dejó Justo Sierra, quien murió teniendo apenas 47 años.
El general Juan Suárez Navarro, que por algún tiempo permaneció en la Península, escribió un Informe sobre las causas y carácter de los frecuentes cambios políticos ocurridos en el estado de Yucatán… y cesación del tráfico de indios enviados como esclavos a la isla de Cuba, que sirvió para que don Benito Juárez publicara el decreto que prohibía definitivamente esta práctica. Vicente Calero, muerto en 1853 a los 36 años, gozó de mucha fama como intelectual y participó en la política local. Dejó numerosos artículos en periódicos como El Museo Yucateco, El Registro Yucateco, de los que fue cofundador con Justo Sierra, y El Mosaico, del que fue fundador y colaborador. Tomás Aznar Barbachano, abogado y político campechano, publicó en 1861 su famosa Memoria sobre la conveniencia, necesidad y utilidad de erigir constitucionalmente en estado de la confederación mexicana, el antiguo distrito de Campeche… , en donde relata las relaciones entre Mérida y Campeche, desde la época colonial hasta la creación del estado de Campeche.
El jurista y político Eligio Ancona, se distinguió como literato y como historiador. Su Historia de Yucatán, publicada en Mérida, en 1878-1880, y reeditada en 1889, en Barcelona, en cuatro tomos, a los que se sumó un quinto tomo en 1905, es el primer ensayo de una síntesis histórica general, vista desde un punto de vista liberal en que se dedican los dos primeros tomos a la época prehispánica, la conquista y la dominación española y los tres últimos, al período de la Independencia y al siglo XIX.
Apolinar García y García desempeñó varios cargos como magistrado y colaboró con los más prestigiados periódicos y revistas de la época, de las que con frecuencia era fundador. En 1865 empezó a publicar su obra Historia de la Guerra de Castas en Yucatán, de la que sólo vieron la luz las dos primeras entregas, debido a la oposición que, por sus opiniones, encontró en el entonces poderoso clero. Carrillo y Ancona publicó entonces su fascículo Observaciones crítico-históricas, refutando las acusaciones formuladas por García, logrando detener la publicación del libro que hubiera aportado una luz para comprender mejor los hechos de este drama social. Serapio Baqueiro Preve también fue colaborador de la prensa local y de marcada inclinación liberal. Su interés histórico se refería más a la época contemporánea y a la conflagración que sacudió a la Península en 1847, que al pasado lejano. Además de las biografías de Traconis, Barbachano y López de Llergo, publicadas respectivamente en 1889, 1896 y 1898, de su Reseña geográfica, histórica y estadística del estado de Yucatán, 1881, y de su Historia del antiguo Seminario Conciliar de San Ildefonso, publicada en 1894, en donde relata la historia de esta institución desde su fundación a mediados del siglo XVIII hasta 1868, en que se extinguió, dejó su importante Ensayo histórico sobre las revoluciones en Yucatán desde el año de 1840 hasta 1864. Empezó su publicación en 1865, pero no llegó a concluir el primer tomo. Inició su reedición en 1871 y en 1873 publicó el segundo tomo. Finalmente, dio una tercera versión, publicando de nuevo dos tomos en 1878 y 1879 y un tercero en 1887. Aparentemente, Baqueiro fue corrigiendo y modificando su Historia en cada edición. Ignoramos las razones de la interrupción de la primera edición durante el Imperio, aunque su postura liberal pudo influir en los hechos. Entre los liberales contemporáneos de Eligio Ancona, podemos mencionar a Yanuario Manzanilla, jurista, periodista y escritor que desempeñó numerosos cargos públicos como magistrado, y que mucho hizo por la instrucción pública en el estado. Publicó, en 1888, Recuerdos de la campaña de los Republicanos contra el Imperio en el estado de Yucatán. Aunque su relato corresponde sobre todo a la descripción de hechos presenciados por el autor y en gran parte constituye un recuerdo personal, es, sin embargo, el mejor testimonio que de esta epopeya nos haya dejado alguno de sus protagonistas. El ilustre intelectual yucateco, Crescencio Carrillo y Ancona, obispo de Yucatán de 1887 a 1897, fomentó la educación superior en el estado, fundó varios periódicos, creó El Museo Yucateco y dejó una huella imperecedera por el rescate que hizo de monumentos y documentos de primera importancia para el conocimiento de la cultura indígena de la Península. Es de lamentar que su biblioteca, la más importante que jamás nadie haya podido reunir, haya sido mutilada y desmembrada. Sus obras, tan numerosas, no pueden siquiera ser citadas aquí, por lo que sólo como ejemplos, mencionaremos algunos títulos ilustrativos: Estudio histórico sobre la raza indígena de Yucatán…, Las cabezas chatas, El Obispado de Yucatán. Lázaro Pavía, autor de numerosas obras, desempeñó durante su vida múltiples actividades que hicieron de él un personaje polifacético. Relativas a Yucatán, nos dejó dos obras: Los ingleses en México o sea el origen y fundación de las colonias británicas en el Seno Mexicano, importante por la demostración que hace de la ayuda que éstos prestaban a los indígenas durante la Guerra de Castas y El Imperio en la Península Yucateca, digno complemento de la obra de Yanuario Manzanilla. Juan Francisco Molina Solís, abogado, magistrado y periodista, dejó una obra magistral sobre la historia de Yucatán.
La Historia del descubrimiento y conquista de Yucatán con una reseña de la historia antigua de esta Península, publicada en 1896, es el primer estudio de una serie que abarca hasta la caída del Imperio en Yucatán. Le siguen Historia de Yucatán durante la dominación española, publicada en tres tomos entre 1904 y 1913, e Historia de Yucatán desde la independencia de España hasta la época actual, en dos tomos, publicados en 1921 y 1927. De gran importancia también, es El Primer Obispado de la Nación Mexicana…, publicado en 1897 y que se originó en una polémica con el obispo Carrillo Ancona. También publicó Vida del conquistador Gómez del Castillo, en 1855, y El conde de Peñalva…, en 1889, D. Juan Cano y Cano, 1889.
Felipe Pérez Alcalá, también conocido con el seudónimo de “Aristófanes”, tuvo una activa participación en el periodismo yucateco, produciendo numerosas biografías de los jefes de la lucha contra los sublevados de la guerra civil, que luego se reunieron en un volumen bajo el título Guerra social en Yucatán. Ensayos biográficos, publicado en 1880 y posteriormente reeditado en 1914. Fue autor también de varios otros ensayos que relatan episodios de la misma guerra reunidos en 1914, en su libro Ensayos biográficos-Cuadros históricos y Hojas dispersas. En este mismo libro se reeditó Expediciones al campo de los mayas rebeldes. Finalmente, en 1919, publicó Cosas de antaño. Recordaciones históricas, en donde relata diversos acontecimientos que marcaron la historia de Yucatán. José Patricio Nicoli, oriundo de Yobaín, participó en el periodismo local y en la política, siendo varias veces diputado por distintos estados del país. Relativos a Yucatán, publicó en La Guirnalda un Estudio histórico sobre los mayas y posteriormente en el Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística otro titulado Las ruinas de Yucatán y los viajeros, ambos truncos. Otro estudio suyo fue Discurso pronunciado por el ciudadano diputado José Patricio Nicoli… pidiendo el levantamiento del estado de sitio en el Estado de Yucatán, publicado en México en 1872, en que contesta a la postura de Ezequiel Montes. Eulogio Palma y Palma, periodista y político, se interesó por las ruinas de Motul y de Ucí que le inspiraron sus estudios sobre la historia maya de esta región, publicados sueltos y luego reunidos en su libro Los mayas, publicado en Motul en 1901. Para concluir con el siglo XIX, debemos llamar la atención sobre el caso de Belice cuya independencia de México fue ratificada por el Tratado Spencer St. John-Ignacio Mariscal de 1893 y combatido intensamente por políticos e intelectuales. Esta pérdida de territorio, que un día fue yucateco, motivó airadas protestas sustentadas en estudios históricos de gran interés. Entre los escritores que participaron en las polémicas, o que prestaron atención al caso, estuvieron Santiago Martínez Alomía, Joaquín Hübbe, Félix Galindo, Manuel Peniche, Carrillo Ancona, Joaquín Baranda, Lázaro Pavía, Néstor Rubio Alpuche, Núñez Ortega y Alejandro Villaseñor, Manuel Aspiroz, Miguel Castellanos S.
El siglo XX significó para el Sureste el mayor cambio social que jamás se haya observado en la región. La caída del régimen porfirista y de los intereses a él ligados, la presencia de gobernantes como Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto, el nacimiento y desarrollo del Partido Socialista, la reforma agraria y otros fenómenos sociales, abrieron las puertas de la modernidad a una sociedad que todavía se sustentaba en haciendas con peonaje, en la presencia de grandes latifundios y en la explotación de la fuerza humana de trabajo. Sin embargo, estos cambios no se reflejan en la obra de los historiadores. Se han producido múltiples trabajos sobre temas como el henequén, los ferrocarriles, la educación, las instituciones educativas, el periodismo, la canción y la música, el Partido Socialista, la Guerra de Castas, etcétera, sin llegar todavía a plantear el panorama general y las consecuencias de los cambios ocurridos. Por orden alfabético, citaremos como ejemplos de historiadores a Albino Acereto que se interesó por las relaciones entre México y Yucatán; a Salvador Alvarado que explicó y justificó su actuación como gobernador constitucional; a Francisco Álvarez que en sus Anales históricos relata hechos de la historia de Campeche; a Tomás Ávila López que se interesó por la historia colonial; a Berzunza Pinto que describió la situación de los indígenas; a Cámara Zavala que dejó su versión de la historia de la industria del henequén; a Cantón Rosado que estudió la educación y la Iglesia; a Juan Miguel Castro que se dedicó al estudio del henequén; al docto Alfredo Barrera Vázquez, que dio renombre a Yucatán por sus estudios lingüísticos, filológicos e históricos sobre los mayas; a Echánove Trujillo, quien resaltó la figura de Rejón; a Carlos Escoffié por sus crónicas; a Gamboa Ricalde que dio su versión de la historia yucateca desde 1910; a Renán Irigoyen que dedicó sus esfuerzos a la historia del henequén y a distintos aspectos de la vida y muerte de Carrillo Puerto; a Lanz Trueba; a Gustavo Martínez Alomía que dejó una excelente biografía de los historiadores de Yucatán; a Carlos R. Menéndez que dejó una gran diversidad de obras relativas a la historias del estado; a Gabriel Antonio Menéndez por sus estudios sobre la historia de Quintana Roo; a Juan Miró por sus trabajos sobre la medicina y otros; a Navarro García; a Juan de Dios Pérez Galaz por sus trabajos sobre Campeche y su rescate de documentos sobre el Sureste; A Héctor Pérez Martínez por su interés por la historia de Campeche; a Juan Rico y sus estudios sobre el período socialista; a Betancourt Pérez por el mismo tema; a Rubio Mañé que tanto aportó al conocimiento de la Colonia en Yucatán; a Víctor Suárez por su interés general por la historia de Yucatán; a Eduardo Urzaiz; a Valdés Acosta y Joaquín Arrigunaga por sus trabajos sobre genealogía; a Zayas Enríquez y tantos otros que en periódicos y en modestas publicaciones rescataron del olvido y conservaron para el futuro, hechos y documentos de la historia.
Algunas figuras extranjeras dedicaron también sus esfuerzos al estudio de nuestra historia, tales como Chamberlain por su interés en el episodio de la conquista española; a Scholes y Adams por sus trabajos sobre la Colonia; a J. Gilbert por sus estudios sobre las haciendas del siglo XIX; así como a una nueva generación de historiadores interesados en los procesos sociales entre los que podemos citar a F.J. Paoli, Luis Millet, Sergio Quezada, Eric Villanueva, J.L. Sierra, Pedro Bracamontes, Michel Antochiw y muchos otros que han tratado de ligar las enseñanzas de la historia con las luchas sociales del pueblo yucateco. Muchas revistas y periódicos han dedicado espacios a los trabajos sobre historia y la gran diversidad de textos publicados; podrán pronto, facilitar la integración de grandes síntesis que aportarán una nueva visión de nuestro pasado para facilitar las decisiones que determinen nuestro futuro.