Himno Yucateco

Himno Yucateco  Su título original fue Himno Patriótico y se trata de una composición poética escrita por Manuel Palomeque Solís, inspirada por el triunfo de la República sobre el Imperio. Fue leído por primera vez el 4 de julio de 1867 en un acto solemne realizado en el Palacio de Gobierno, con motivo de celebrar las noticias del fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo y la toma de la Ciudad de México por las fuerzas republicanas. Este acto fue presidido por Agustín O’Horán Escudero, que se había hecho cargo del gobierno por estar enfermo, en ese entonces, el general Manuel Cepeda Peraza. El Himno fue leído por su propio autor, propiciando el entusiasmo de los presentes.

El compositor José Jacinto Cuevas fue quien musicalizó las estrofas que, en la noche del 15 de septiembre de 1867, fueron ejecutadas en la Plaza de Armas con motivo de la celebración de las fiestas de Independencia. El Himno fue cantado por el tenor Ramón Gasque y, según relata la historia, lo interpretó con tanta pasión, que al terminar fue paseado en hombros por toda la plaza. Al poco tiempo a la letra original del himno se le hicieron algunos cambios, que estuvieron a cargo de José García Montero, quien según apunta la Enciclopedia Yucatanense «escribió dos octavas italianas hexasílabas, para sustituir el serventesio decasílabo del Coro, y una cuarteta en reemplazo de la final de la tercera octava italiana decasílaba, de la estrofa III».

Por decreto del 14 de septiembre de 1868 quedó establecido, oficialmente, como Himno del Estado, debiendo formar parte de las celebraciones patrióticas, por ser un canto a la mexicanidad y al triunfo del 5 de mayo de 1862. Algunas personas han considerado a este Himno como la prueba de las tendencias separatistas de Yucatán, sin embargo, leyéndolo, se puede descubrir que su origen fue el de cantar las glorias nacionales y no las locales. El texto íntegro con sus dos modificaciones es el siguiente:

 

Himno Yucateco

Guerra a muerte a cualquier extranjero
que pretenda a la Patria humillar!
Bajo el yugo oprobioso y grosero,
no se puede jamás prosperar.

I

Vino el águila esclava de Europa
sancionando la infamia con balas,
y regresa arrastrando las alas
con escarnio y vergüenza a la vez.
El altivo cóndor del Anáhuac
le dejó los palacios y reales;
desafióla en los rudos nopales
y postróla humillada a sus pies.

II

De los vírgenes bosques aztecas
con el iris flotante en sus cumbres,
se exhalaban mortíferas lumbres
entre el eco del bronce al tronar.
Reflejados en lagos de sangre
que bogaba el indígena Juárez,
al tocarlos alzaba a millares
héroes santos a quien inmolar.

III

Los primeros soldados del mundo
con los brazos cansados e inertes
confesaron que sólo son fuertes
los que luchan por Patria y Hogar.
Si una vez tremolara orgullosa
su escupida y hollada bandera,
fue a la vez que a una inmunda ramera
cobijara por diosa en su altar.

IV

Libertad! ¿Por qué alejas de la Francia
tus encantos, tu noble hidalguía
y juguete de vil tiranía
da a los pueblos ilustres que reír?
Arrastrada al suplicio Polonia,
le tendió suplicante la mano,
escuchó sus lamentos en vano
e indolente dejóla morir.

V

Quien así abandonaba a una hermana,
¿podía a México hacer caridades?
Tan rastreras, tan ruines maldades,
un jesuita las debe inspirar.
Ya no se usa robar con descaro
e imponer al más débil el yugo;
hoy la víctima paga al verdugo
y aun le debe el favor estimar.

VI

¿De qué sirve a la Francia y al Austria
el haberse llevado nuestro oro
si perdieron en timbre y decoro
cuanto México en gloria ganó?
Si desean alfombrar con laureles
los desiertos de México, vengan…
Liberales habrá que defiendan
la consigna que Hidalgo legó.

Las estrofas modificadas, escritas por García Montero, empiezan por el coro, que quedó en esta forma:

Al grito de guerra
despierta el valor
y el aire se inunda
con bélico son.
Haced compatriotas
que truene el cañón
lloviendo metralla
sobre el invasor.
El Cinco de Mayo
nos preste su sol
que eclipsa la estrella
de Luis Napoleón.
El mundo nos mira
con admiración
y a México envidia
su claro blasón.

Más adelante una cuarteta reemplaza a la última parte de la tercera estrofa del himno por:

Zaragoza, Escobedo y Arteaga,
Salazar, Berriozábal y Díaz,
cuyos nombres la fama proclama,
han sabido a la Patria vengar.

Estas modificaciones en el texto y en la música que tuvo que adaptarla, de acuerdo a los cambios en la letra realizados por García Montero, el mismo José Jacinto Cuevas, fueron estrenadas el 31 de agosto de 1870, en una velada que organizó la Academia Artística y Recreativa en los salones de la sociedad La Unión. Yucatán fue el primer estado de la República Mexicana que tuvo su propio Himno.