Imprenta

Imprenta  La primera imprenta en Yucatán se introdujo en 1813 al amparo de la libertad de imprenta, establecida en la Constitución de la Monarquía Española de 1812. Fue el grupo liberal denominado Sanjuanista quien la metió como parte de su estrategia, para combatir a los rutineros, corriente política anticonstitucionalista y partidaria del absolutismo, mediante la publicación de periódicos y otros impresos. Los comerciantes Juan y José Tiburcio López Constante compraron la imprenta en La Habana, Cuba, que llegó a Mérida a principios de febrero de ese año y se instaló el 16 de ese mes, según consta en el acta correspondiente del Ayuntamiento. De inmediato se publicó el prospecto del primer periódico yucateco, El Misceláneo, el 19 de febrero. A fines de enero el gobernador Manuel Artazo recibió procedente de La Habana, Cuba, una carta reproducida en el acta del Ayuntamiento de Mérida del 29 de enero, solicitando la protección del Ayuntamiento y del gobernador, para traer a la Península dos maestros de imprenta, aunque sólo llegó uno: José Fernández Hidalgo. López Constante, a instancias del Ayuntamiento Sanjuanista, vendió la imprenta a José Francisco Bates el 4 de marzo; fungieron como fiadores Joaquín de Quijano y Pedro José Guzmán. El monto de la operación fue de 7,077 pesos; 1,000 se pagaron de contado y el resto en dos años, con 5% de interés anual. Hasta principios de marzo los impresos publicados llevaron el pie de imprenta de José Tiburcio López y Hermano, y ese mes el de su nuevo dueño, José Francisco Bates.

Los pocos ejemplares de El Misceláneo que todavía subsisten, permiten observar que hasta septiembre de 1813 salieron de la imprenta de D.J.F. Bates, pero a partir del número 80 del 18 de septiembre fueron editados por la Oficina Patriótica de D.J.F. Bates y desde el 13 de noviembre, de la «Oficina Patriótica y Liberal de D.J.F. Bates», pie de imprenta que, al parecer, permaneció durante 1814 hasta la detención y encarcelamiento de su dueño. La multiplicación de los encargos permitió a Bates abrir, después de algunos meses que posibilitaron formar un nuevo equipo de operarios, una segunda oficina cuyo encargado fue Fernández Hidalgo. Víctor M. Suárez sugiere que a partir de enero de 1814, Bates dividió su imprenta y creó dos oficinas. La oficina recién formada empezó a funcionar con el nombre de Oficina Constitucional y del Gobierno, a cargo de D.J. Fernández Hidalgo, quien comenzó a imprimir El Sabatino, periódico que reseñaba las sesiones de la diputación provincial. Hidalgo se encargó de la segunda imprenta hasta abril de 1814, cuando fue sustituido por Manuel Anguas, Sanjuanista yucateco. Desde entonces, los impresos llevaron la leyenda «Imprenta Constitucional y del Gobierno a cargo de D. Manuel Anguas». Al suspenderse la libertad de imprenta con la derogación de la Constitución Española de 1812 y el restablecimiento del absolutismo, los equipos de las imprentas fueron incautados; los editores y redactores F. Bates, Lorenzo de Zavala y José Matías Quintana, encarcelados —el primero de ellos en San Juan de Ulúa—, y algunos de los más distinguidos Sanjuanistas, recluidos en Mérida. Los fiadores de Bates, Joaquín de Quijano y Pedro José Guzmán, que por contrato debían de pagar a los hermanos López Constante la deuda pendiente por la adquisición de la imprenta, dirigieron el 18 de agosto de ese año un oficio al gobernador Artazo solicitando les fuera entregada bajo inventario la imprenta. La solicitud fue aceptada el 18 de septiembre y la deuda pendiente quedó finiquitada el 11 de noviembre de 1815. Tras la incautación, siguió publicándose durante algunos meses el periódico rutinero El Sabatino, en la Oficina del Gobierno a cargo de Manuel Anguas, mientras que de la otra imprenta el encargado fue Andrés Martín Marín, en sustitución de Bates.

La desaparición de los periódicos y la dificultad para publicar, volvió poco a poco incosteable el mantenimiento de las imprentas. En la del gobierno se editaban, además de algunos textos religiosos, los decretos y bandos oficiales, mientras que en la dirigida por Martín Marín sólo algunas novenas. Esta última oficina funcionó con grandes carencias hasta 1816, año en que desapareció su razón social. Desde la incautación, los impresos oficiales como bandos y decretos no llevaban pie de imprenta o sólo se indicaba «Imprenta del Gobierno». Al iniciarse 1820, el gobernador Castro y Araoz mandó publicar algunos bandos y decretos sin pie de imprenta, pero al conocerse la noticia de la restauración de la Constitución de 1812, jurada por el rey, se adoptó la fórmula «Imprenta Patriótica Constitucional». Con el restablecimiento de la libertad de imprenta, Pedro José Guzmán, dueño del equipo, volvió a dividirlo, instalando una prensa en un nuevo local ubicado en la calle del Puente y la otra en un local situado en la plaza de La Constitución. La primera se denominó Imprenta Patriótica Constitucional, a cargo de M. Anguas y de A. Martín Marín y la segunda oficina o Imprenta Patriótica Liberal, a cargo de Domingo Cantón. En 1821, la imprenta de la calle del Puente dejó de llamarse Patriótica Constitucional para ser solamente Oficina o Imprenta a cargo de don Manuel Anguas, mientras que la de Cantón siguió como Patriótica y Liberal y al terminar el período colonial adoptó la denominación de Patriótica y Constitucional. En el taller de Anguas se publicaron periódicos como El Hispano-Americano Constitucional, Lealtad Yucateca, El Cometa, El Demócrito Universal, El Yucateco y el Aristarco Universal; mientras que en el taller de Domingo Cantón se imprimió La Miscelánea, en 1820, y el Periódico Constitucional en 1821. Por alguna razón, el taller de la calle del Puente cerró a mediados de 1821 y quedó funcionando exclusivamente el de la Plaza de La Constitución, como consta en el oficio dirigido por el gobernador Echeverri el 12 de junio de 1821 al secretario de Estado del Despacho de la Gobernación de Ultramar. Sin embargo, Guzmán compró una nueva imprenta y la acondicionó en el taller de la calle del Puente y desde ahí, el 14 de junio, salió el primer número de El Yucateco o El Amigo del Pueblo, seguido en julio por El Cometa y El Demócrito Universal. La nueva imprenta quedó a cargo de Manuel Anguas, mientras que de la vieja se responsabilizó Martín Marín. En el taller dirigido por Cantón se siguieron imprimiendo los bandos y el periódico del gobierno.

A partir de 1821 aparecieron paulatinamente nuevas imprentas, algunas muy renombradas, que contribuyeron a difundir las ideas de muchos y destacados intelectuales y políticos. Figuraron la Oficina Republicana del Sol a cargo del ciudadano M. Seguí, (1823), más tarde a cargo de Lorenzo Seguí; la Imprenta administrada por Gerónimo Castillo, (1829); la Imprenta de J. M. y Espinosa, (1830); heredada más tarde por José Dolores Espinosa; la Imprenta a cargo de Manuel López, (1842); Imprenta de Castillo y Compañía, (1845); Por José María Corrales, (1846); Imprenta a dirección de Joaquín Castillo Peraza, (1848); Impreso por Nazario Novelo, (1849); Imprenta a dirección de Manuel Mimenza, (1849); Imprenta el Fénix, (1849); Imprenta a cargo de Mariano Guzmán, (1851); Imprenta de la Sociedad Tipográfica, (1861); Imprenta de Manuel Aldana Rivas, (1863); Imprenta a cargo de Leonardo Cervera, (1864); Librería Meridana de Cantón, (1866); Imprenta Literaria de Reyes y Moreno, (1866); Imprenta Literaria de J. F. Molina Solís, (1866); Imprenta de Eligio Ancona, (1866); Imprenta El Iris, (1869); Imprenta Literaria, (1870); Imprenta Literaria dirigida por Gil Canto, (1871); Imprenta del Comercio a cargo de J. G. Corrales, (1874); Imprenta de Manuel Heredia Argüelles en el Palacio de Gobierno, (1875); Litografía de Ricardo B. Caballero, (1877); Imprenta de José Gamboa Guzmán, (1881); Imprenta de El Eco del Comercio, (1881); La Revista de Mérida, (1883); Imprenta de Tomás Pérez Ponce, (1894); Imprenta Loret de Mola, (1896); Imprenta Nueva, de Cecilio Leal, (1898); Imprenta y Litografía de Luis G. Romero F., (1898); Imprenta El Arte, (1901); Tipografía Moderna, (1901); Imprenta de El Peninsular, (1904); Imprenta de la Escuela Correccional de Artes y Oficios, (1905); Imprenta Universal, (1909); Empresa Editora Yucateca, (1913), y La Revista de Yucatán, (1913).

En 1847 ocurrieron cambios importantes en la imprenta. Gabriel Vicente Gahona «Picheta» introdujo el grabado de madera y José Dolores Espinosa, la primera litografía peninsular. Los primeros grabados fueron caricaturas y algunas imágenes piadosas. Antes de usar la litografía, ciertas publicaciones ostentaron pequeñas viñetas impresas con moldes metálicos procedentes de Estados Unidos de América, pero posteriormente se ilustraron con imágenes locales, cuyo proceso litográfico se realizó en La Habana, Cuba, antes de que Yucatán contara con su propio taller.

El periodismo peninsular contribuyó enormemente al desarrollo tecnológico de la imprenta. En 1900, Delio Moreno Cantón trajo a Mérida la primera rotativa «Scott» de planas cilíndricas y los dos primeros linotipos, en donde se imprimió La Revista de Mérida; en 1904 José María Pino Suárez montó un moderno establecimiento tipográfico importado para publicar El Peninsular y en 1912 llegó a Yucatán la primera rotativa «Duplex» de cama plana, capaz de imprimir de 5,000 a 6,000 periódicos de ocho páginas por hora, e imprimió La Revista de Yucatán.