Grabado del siglo XIX Los primeros periódicos y folletos impresos en Yucatán a partir de 1813, año en que se introdujo la imprenta en la Península, carecieron de ilustraciones por el poco desarrollo local en el campo del dibujo y la pintura. En 1845, los redactores del periódico El Museo Yucateco, y luego del Registro Yucateco, todavía se quejaban de la falta de elementos para ilustrar gráficamente sus producciones por los mismos motivos, además de la inexistencia de personas conocedoras de la técnica de la litografía. Escritores y periodistas de la talla de Justo Sierra O’Reilly, Vicente Calero, José María García Morales, Juan José Hernández y Antonio Cisneros, entre otros, se convirtieron en promotores del arte pictórico con el deseo evidente de contribuir al progreso y versatilidad de la prensa en Yucatán. De ahí que en febrero de 1845, el Registro Yucateco diera cuenta de la apertura de un pequeño taller de daguerrotipo por parte de Antonio Pallás, y del compromiso de éste para reproducir los retratos de algunos obispos y sacar vistas de la Catedral de Mérida, de la iglesia de Jesús y de otros atractivos edificios de la ciudad. Sin embargo, no hay datos que consignen que el compromiso se hubiera cumplido. Finalmente, en agosto de 1846 apareció publicada en la prensa yucateca la primera lámina litográfica, que era una vista de la Catedral, ilustrando un artículo de «José Turrisa», conocido seudónimo de Justo Sierra, pero la plancha fue elaborada en La Habana. El haber conseguido sitio para imprimir las láminas no resolvió el problema de contar con los originales en daguerrotipo, los cuales seguían siendo escasos. Los únicos existentes eran las vistas de la Catedral, de la iglesia de Jesús (Tercera Orden), de Yalahau y Cozumel; las ruinas de Chichén Itzá y los retratos de Lorenzo de Zavala, José Martín y Espinosa, José Martínez de la Pedrera y Juan Hübbe. Un precursor del uso de la litografía en Yucatán fue Manuel Tiburcio Almeida, quien murió a causa de la tuberculosis a los 29 años de edad. Sus primeros ensayos, si bien no alcanzaron la perfección, tenían rasgos de alta calidad, como lo demuestran las copias de algunos retratos y hojas de plantas que dejó, a excepción del defectuoso uso de la tinta. Un año clave para el desarrollo del grabado en la Península fue 1847, con el regreso a Yucatán del talentoso artista Gabriel Gahona, «Picheta». De acuerdo con sus contemporáneos, dibujaba con trazo firme y seguro, tenía un gran sentido del colorido y fue el primero que hizo retratos al óleo y pintó del natural. Asimismo, se había preocupado por aprender las técnicas del grabado en madera, del xilograbado y del dibujo. De hecho se le considera como el introductor de estas ramas del arte en la Península. En el periódico satírico Don Bullebulle, (1847), «Picheta» se reveló como un extraordinario caricaturista. Parte de los grabados en madera originales de sus caricaturas se conservaban en la Biblioteca Crescencio Carrillo y Ancona. Después de la experiencia de Don Bullebulle, Gahona se alejó de la aventura periodística y se dedicó a la enseñanza del arte. Entre los seguidores de «Picheta» estuvo José Dolores Espinosa Rendón, quien luego de estudiar dibujo en la Academia de San Alejandro, en La Habana, y aprender la técnica litográfica, instaló en 1859 la primera litografía, ya en forma, en la Península de Yucatán. Los grabados de Espinosa ilustraron el periódico La Burla, (1860-1861); La Guirnalda, (1860-1861), donde se publicaron las primeras reproducciones yucatecas con representaciones, entre otras, de monumentos de Mérida, y El Repertorio Pintoresco (1863), que contó con las colaboraciones de los más reconocidos intelectuales de la época. Posteriormente, un largo período sin expresión plástica y sin grabadores se apoderó de Mérida. Sólo destacan, en cierta medida, los trabajos de Santiago Bolio para El Escorpión, (1870), y los de Roberto Sánchez, alumno de «Picheta», para El Mensajero de la Infancia, (1879), y La Linterna, (1850-1852).