Gahona, Gabriel Vicente «Picheta» (1828-1899) Nació en Mérida el 5 de abril de 1828 y fue bautizado el mismo mes y año en la Catedral. Fue hijo único de Gabriel Gahona Tuduri, capitán de la marina mercante española radicado en Mérida desde 1824 y de Salomé Pasos Ceballos, yucateca. De familia modesta, pero con aptitudes manifiestas para el dibujo y la pintura, no tenía en Mérida la posibilidad de estudiar arte, ya que entonces no existía academia o escuela dónde adquirir las técnicas indispensables para tal oficio ni recursos para trasladarse a otro lugar. Con la ayuda de gente bien intencionada, logró entonces que el gobierno del estado le otorgara una beca que, según el decreto publicado el 31 de diciembre de 1845 por la Asamblea Departamental, le permitiría trasladarse a Italia y permanecer en dicho país por un período de cuatro años, corriendo los gastos de transportación, así como de estancia por cuenta del Erario. No se sabe en qué fecha salió de Mérida, pero por dificultades reinantes entonces en Yucatán o por otros motivos desconocidos, en los primeros meses de 1847, a los 19 años de edad, estaba de nuevo en su ciudad natal.
De su viaje, traía además de dibujos y pinturas, una visión nueva de las posibilidades que sus aptitudes le ofrecían. Mérida, sin embargo, no era un medio muy propicio para los artistas. Un grupo de jóvenes valientes se preparaba a producir un periódico satírico entre los que encontramos a Gahona, José Antonio Cisneros, Pedro I. Pérez, José García Morales, Fabián Carrillo Suaste y otros, que formaban una sociedad de «bulliciosos» y que firmaban con seudónimos como «Nini Moulin», «Fabricio Niporesas», «Genovevo Palasuya», «Fray Pepín», etcétera. Esta revista, llamada Don Bullebulle, criticaba la sociedad de «una isla situada entre el Cabo Catoche y la Siberia» y se distinguió por los 86 grabados que Gahona, con el seudónimo de «Picheta» tomado de la palabra francesa Pichet, que quiere decir jarrito en que se sirve el vino, grabó durante el año de 1847. La revista fue impresa por José María García Morales y el tomo segundo editado por el propio Gahona, en la oficina tipográfica de J. Dolores Espinosa. Gahona no era un grabador, como él mismo dice en un anuncio publicado más tarde en un periódico local: «… en el arte de grabar no ofrezco enseñar mucho, pues bien sabe el público que sin maestros y sólo a costa de infatigables esfuerzos y desvelos, pude lograr algún conocimiento». Sin embargo, la muestra de su talento producida en Don Bullebulle, lo consagraron como a uno de los más destacados representantes de este arte en el país. Las caricaturas de «Picheta», si bien resultaban del agrado del público en general, no eran tan bien recibidas por las autoridades, cuyos hechos eran denunciados en la revista. Pronto, y para liberarse de tan insolente personaje, le fue liberada la orden de marchar como recluta en la violenta contienda que acababa de estallar. Sin embargo, la influencia de numerosos amigos pronto lo rescató de lo que bien pudo haber sido su última aventura y «Picheta» volvió a ocupar su lugar en el equipo de Don Bullebulle.
En diciembre de 1847, Don Bullebulle publica su último número y cierra con un dibujo de «Picheta» en donde figuran los dos volúmenes de la revista sobre un catafalco alrededor del cual bailan los adversarios de la revista. Al pie, unas líneas: «el gobierno de la isla entre el Catoche y la Siberia, su Ayuntamiento y el bello sexo hacen al D. Bullebulle sus funerales, bailando al derredor del túmulo en que yace el infeliz». Con la desaparición de esta revista, concluye aparentemente la carrera de caricaturista de «Picheta». En la Enciclopedia Yucatanense, el doctor Eduardo Urzaiz trata de alargarla atribuyendo a «Picheta», en su artículo «Historia del dibujo, la pintura y la escultura» publicado en el tomo IV, las caricaturas del periódico político La Burla, publicado en 1860-61. Sin embargo y con serios argumentos, Jaime Orosa Díaz rebate la opinión de Urzaiz. Pero es probable que Gahona haya producido algunas caricaturas más. En efecto, Fabián Carrillo Suaste, electo ya diputado, se propuso editar «un periódico todo burlesco, de la familia de Don Bullebulle… Empecé entonces, al fin de 1850, la publicación, por cuadernos, del periódico La Linterna (de «Nini Moulin»)… con todo y los de sus grabados en madera… La Linterna se apagó al octavo cuaderno…» ¿Quién fue el autor de los grabados de La Linterna? Por el estilo, parecen ser de Gahona, aunque la manera de firmar resulta distinta. Es evidente que ya no podía utilizar el nombre de «Picheta», seudónimo adoptado para Don Bullebulle, sin embargo, la aparente letra «R» de las firmas, en algunos casos, se descompone en «PG», que bien podrían significar «Picheta-Gahona». En un caso, aparece la palabra «Mérida», como había firmado algunas caricaturas de Don Bullebulle. Si recordamos el anuncio citado anteriormente, encontramos una frase interesante que dice, hablando del grabado: «Mi mayor gusto sería estudiar y aprender con el discípulo». Así, las iniciales «P.S.» (pág. 56) que figuran en uno de los grabados de La Linterna, podrían corresponder a «Picheta» y a alguno de sus alumnos de entonces, posiblemente Roberto Sánchez. De las maderas originales sobrevivieron 15, donadas por uno de sus hijos al Museo Histórico y Arqueológico de Mérida en 1915. Ahí permanecieron olvidadas hasta 1938 «cuando fueron descubiertas» y difundidas por Francisco Díaz de León quien les dio una divulgación nacional, y al considerarlo como un precursor de J. G. Posada lo califica «como uno de los más grandes intérpretes de la vida popular mexicana en el siglo pasado». Desde entonces, Gahona ha recibido muchos elogios de los más grandes críticos del arte mexicano, como por ejemplo Paul Whestein quien dice: «este hombre es un maestro de grabado en madera, un representativo del crear del siglo XIX y un asombroso artista de su tierra».
Finalmente, el propio Díaz de León concluye: «la composición en los grabados de Gahona rivaliza con los mejores ejemplos de Guadalupe Posada y en ciertos momentos anticipa la composición de este maestro. Su obra es la mejor de cuantos grabadores trabajaron en el siglo XIX». También es de admirar el ingenio tecnológico de «Picheta» y Díaz de León precisa: «la aparición de un grabador dotado de tan extraordinarios méritos como Gahona, desarrollando en provincia y manipulando elementos materiales tan limitados es ciertamente, un acontecimiento excepcional en México… Por ejemplo, viose obligado a emplear madera de zapote en sustitución de la de boj, logrando a precio de paciencia, un dominio completo de tan ingrato material...» Westheim agrega: «No cabe duda, este hombre, quien apartado del gran mundo artístico dependía sólo de sí mismo; quien en su soledad sin tradición tenía que crear paulatinamente la técnica y la expresión artística…» Concluida la obra de Don Bullebulle, «Picheta» abrió su academia de dibujo en la casa número 14 de la calle de las Monjas. Haciendo referencia a la enseñanza del grabado en México, Díaz de León dice: «la enseñanza formal del grabado comenzó en 1853 en la Academia Nacional de San Carlos (en la Ciudad de México) y para el objeto fue traído de Londres, contratado por cinco años, el grabador inglés George Periam». Así, Gahona se anticipó en México en la enseñanza de esta técnica. Reconocido su valor como artista, en 1850 aparece como profesor de dibujo en la Academia de Ciencias y Literatura que presidía Jerónimo Castillo.
El 12 de mayo de ese año, sus discípulos presentaron una exposición de sus trabajos y una pequeña orquesta de alumnos interpretó «con exquisito gusto y perfección, nuevas y hermosas piezas originales del distinguido Profr. (José Jacinto) Cuevas». Ese mismo año, «Picheta» inauguró en la calle de Santiago, y como dice en su anuncio publicado en El Siglo XIX, «… a costa de varios sacrificios he logrado en esta ciudad lo que en tanto tiempo deseaba: una litografía». También dice que la primera obra que ahí produjo era una imagen del Cristo de las Ampollas, cuyos ejemplares vendería a 4 y 6 reales, éstos por estar iluminados. Gahona se casó en 1885 y tuvo de su matrimonio cinco hijos. Para sostener a su familia, pintaba retratos que todavía deben adornar las casas de algunas familias meridanas. No sabemos cuál fue el destino de su litografía, pero en 1886, durante el Imperio, al crear el comisario Domingo Bureau el Museo Público de Arqueología y Arte, llamado Museo Yucateco, Gahona figura como miembro de la junta directiva al lado de Fabián Carrillo Suaste, de Crescencio Carrillo Ancona, de Pedro Regil y Peón y de David Casares. Después de la caída del Imperio, al fundar Cepeda Peraza el Instituto del Estado y designarse a Olegario Molina como su primer director, Gahona integra el cuerpo docente como encargado de la clase de dibujo. Entre sus alumnos estuvo Juan Gamboa Guzmán. También, en su peregrinar artístico, se dedicó algún tiempo a la escenografía y a los decorados del Teatro San Carlos; aún más, siendo dueño de un terreno en la zona central de la ciudad, trató de construir un teatro, pero su exiguo capital no le permitió realizar su empresa; en cambio, edificó una casa que antes de terminar, dedicó al hospedaje y al que más tarde agregó la Alberca Gahona que mostraba dentro del agua, sirenas, tortugas y otros seres acuáticos, realizados en relieve y pintados al óleo. Fue un lugar de recreo equipado con regaderas, botadero, trapecio, con espacios para gimnasia, banquetes y bailes. Entre otras actividades, instaló uno de los primeros molinos de nixtamal que funcionó hasta mucho después de su muerte. En 1880, durante el gobierno de Teodosio Canto, fue electo presidente del Ayuntamiento de Mérida con el siguiente resultado: «para presidente propietario de H. Ayuntamiento, el C. Gabriel Gahona, con 249 votos; presidente suplente, el C. Severo Lara, con igual número de votos». Poco después se hizo cargo de la jefatura política de Mérida en la que sustituyó a Próspero Patrón. Durante los últimos años de su vida, fue aficionado a concurrir al estudio de Juan Gamboa Guzmán, su antiguo y predilecto alumno, donde protagonizaba amenas charlas con los artistas y sus amigos. Según la nota necrológica publicada en El Eco del Comercio, murió el 1 de marzo de 1899, a la edad de 71 años de edad, «después de sufrir dilatadas dolencias que lo tuvieron durante meses en estado de decaimiento y de visible postración de sus energías físicas». Eudardo Uzaiz R. fue el primero en escribir una breve biografía de «Picheta», seguido por otra de Jaime Orosa Díaz; la última es de Michel Antochiw.