Hamaca El nombre proviene de una voz taína, dialecto de la lengua arauak, que se dice significa árbol. En maya se le conoce como kaan, cordel, así como con los nombres compuestos de hayabil-kaan, que sería: cordeles para tenderse, yab-kan que parece una contracción del nombre anterior o tal vez yaab-kaan que significaría: muchos cordeles. Desde su primer viaje, Cristóbal Colón las encontró en Santo Domingo y Haití, describiéndose como toscas redes tejidas con fibras arbóreas, con aberturas anchas en la malla, según mencionó el historiador Gonzalo Fernández de Oviedo en 1526. Es posible que desde muchos años antes los comerciantes mayas que viajaban a las Antillas los hubiesen introducido a algunos puntos de la parte oriental de la Península, pero su uso fue muy limitado y además se utilizó el henequén para hacer los cordeles, de donde provino su nombre maya, consignado en el Diccionario de Motul, escrito en 1573. Otro autor, Sánchez de Aguilar, refiere en 1613 que los indígenas de Valladolid fabricaban hamacas empleando el yaxki o agave sisalana, variedad del henequén, pero más tersa, y durante los siglos siguientes se continuó su manufactura en Chemax, Chichimilá, Tekom y otros sitios. Cuando se cultivó algodón en esta zona comenzaron a elaborarse con este material, lo cual tuvo buena aceptación, pero al acabarse el cultivo, como efecto de la Guerra de Castas dejaron de hacerse. En la Exposición Agrícola e Industrial de 1871 se presentaron modelos de hamacas confeccionadas con hilo da algodón de procedencia inglesa, que fueron usadas por muchos años.
Desde 1930 comenzó a usarse hilo de algodón nacional y sedalina o crochet, y desde 1950 se inició el uso del nylon, que ha resultado buen material. En cuanto a las hamacas de manta, desde siglos anteriores tuvieron gran utilización en los navíos tanto mercantes como de guerra, que aún se usan; también se hicieron populares entre excursionistas y en los sitios de recreo, sobre todo en las playas. En lo referente a la técnica de elaboración, los mayas deben haber empleado alguna semejante a la fabricación de redes de pesca. Posteriormente se introdujo el bastidor de madera, que consiste en dos travesaños horizontales sostenidos por dos postes cilíndricos verticales con bases para sostenerse. El conjunto forma un cuadrado de 2 m por 2 m, pero en sentido horizontal puede ajustarse a la longitud que se requiera dar a la hamaca. En el extremo superior de uno de los postes se coloca el carrete con hilo. Aparte se enrolla una porción de hilo en la lanzadera, llamada aguja. Lo primero que se forma es la orilla; para esto, del carrete superior se pasan varias vueltas de hilo alrededor del bastidor; sobre la primera fila se van haciendo nudos, a intervalos equidistantes, con el hilo de la aguja; la siguiente vuelta se trabaja de la misma manera y así hasta completar unas 20 vueltas para tener lista la orilla. Después se forma lo que será la malla, entrecruzando el hilo de la aguja con el de la urdimbre, provisto por el carrete; al terminar el tejido de la malla, que lleva entre 160 y 400 vueltas, se remata de nuevo con la otra orilla.
El estilo del tejido o puntada puede ser de los llamados plumilla, crepé y petate, pudiendo ser único para toda la malla o combinarse dos de ellos. La malla puede ser toda de un solo color o de dos o más colores, en combinaciones con diversos nombres: jaspeado, con un color en la guía y otro en la aguja; arrocito, con dos vueltas de color; arroz, con cuatro vueltas; franjas, con 10 vueltas; perritos, con tres vueltas de un color y tres con otro, que se invierten en las siguientes tres vueltas. Mucho más laborioso es plasmar en la malla algún dibujo con varios colores y tonos, por lo que fueron famosas las hamacas de Blanca Barbachano, que en piezas únicas representó el castillo de Chichén-Itzá, un chacmol, el escudo nacional, faisán y venado, el emblema leonístico, ramos de flores, etcétera. Antes de sacar la hamaca del bastidor hay que hacer los brazos, que se forman enganchando hilos de algodón o de nylon, más gruesos que los del tejido, a los extremos aún ensartados en los postes. Cada brazo es aproximadamente de metro y medio, pero los hilos deben ser del mismo tamaño; al extremo del brazo se forma una lazada llamada muñeca, que será el soporte para colgarla directamente en el gancho o para ensartarle una cuerda o soga, de henequén o de nylon, que permite aumentar la longitud total, poner la altura deseada, amarrarla de postes o travesaños dentro de las casas rústicas o de árboles en el exterior. En las casas antiguas de mampostería aún pueden verse los polkanes, taquetes de madera empotrados en la pared con un muñón redondeado en su extremo exterior, donde se ensartaba la muñeca o se amarraba la soga. Luego se hicieron hamaqueros metálicos horizontales, con una o dos aberturas, en las que se colocan los ganchos o argollas con forma de «ese». Gracias a la inventiva de los artesanos yucatecos, se fabrican ahora unos hamaqueros metálicos cromados, hemisféricos, con tapa exterior que queda al ras de la pared y en su interior soportes con una o dos aberturas para los ganchos, así como modelos con sus ganchos soldados y otros con sistema de baleros para prolongar las mecidas. Cuando abundan los mosquitos se adapta a la hamaca un mosquitero o pabellón, yub en maya, especialmente diseñado para cubrirla, elaborado con gasa. Todo yucateco tiene su hamaca y duerme en ella, siendo común transportarla cuando viaja a otra localidad del estado.
Además de su uso para dormir o descansar, la hamaca sirve para sentarse, mecerse y refrescarse; subiendo las orillas se tiene un lugar cómodo y seguro para los infantes, con la ventaja de mecerse fácilmente; las parturientas opinan que es más cómodo dar a luz en hamaca que en cama. Muy recientemente, un médico y antropólogo está proponiendo su uso en clínicas rurales para los enfermos internados, con la ventaja de que la hamaca puede lavarse y desinfectarse por ebullición, aparte de que los enfermos están acostumbrados a ella y no a la cama. Debido a su creciente consumo, la producción de hamacas se ha incrementado, siendo de unas 50,000 mensuales y su exportación constituye ya un importante renglón de la economía estatal, con unas 30,000 piezas al mes; Alemania, Suiza, Inglaterra y Estados Unidos de América, entre otros países, son los consumidores más importantes.
La principal población productora de hamacas es Tixkokob, con el 40%, siguiendo la zona sur con Teabo, Chumayel, Tipikal y Tekit que elaboran un 20%. El poeta Carlos Moreno Medina le dio a la hamaca una definición poética: «media luna del sueño».