Escudo de la Catedral de Mérida

Escudo de la Catedral de Mérida  En la descripción que de la Catedral de Mérida hizo fray Diego López de Cogolludo, en su obra Historia de Yucatán, editada en 1688, refiere que «la del medio tiene labrada de cantería una portada de perfecta arquitectura que cierra con un arco volado correspondiente a la altura de la bóveda, y sobre él un escudo grande de armas reales: obra tan perfecta que cuantos la ven tienen que ponderar la destreza del artífice». Descripción muy semejante del escudo frontal de la Catedral que realizó Francisco Cárdenas Valencia en su Relación historial eclesiástica de la provincia de Yucatán de la Nueva España, escrita años antes, en 1639. Ambas descripciones confirman que el campo original del escudo estuvo ocupado por las armas reales de España, del que se conservan intactas la corona superior y demás ornamentos exteriores.

El heraldista yucateco Juan Francisco Peón Ancona, al recrear el escudo de armas de la Catedral, lo describe como un campo dividido en cuatro cuarteles puestos en cruz, de los cuales el primero y el cuarto son iguales, ocupados cada uno por un castillo de oro en campo rojo, en tanto que el segundo y tercero, también semejantes, ostentan los tradicionales leones rampantes en púrpura, coronados de oro sobre campo de plata; ambas figuras representativas de los antiguos reinos de Castilla y León. En la punta o parte inferior del escudo se localiza otro pequeño cuartel, de forma triangular curvilínea, que aloja el fruto de una granada rajada, roja en su centro, figura emblemática de la ciudad andaluza, que fue el último reducto moro en capitular al final de las guerras de reconquista.

El escudo está acompañado de otros símbolos u ornamentos exteriores que son la corona real, que timbra o remata su parte superior y el Collar del Toisón de Oro, que rodea y cuelga en su parte inferior. Este collar es la insignia de la orden de caballería más importante de España, cuya jefatura ha correspondido a los monarcas en turno de esa nación y está formado por la unión de eslabones dobles intercalados de pedernales, esmaltados de azul. De su extremo inferior cuelga una piel de cordero o vellocino, atado de enmedio, con cabeza, lomo y extremidades. Con excepción de los castillos y leones, que fueron borrados de su campo central al consumarse la Independencia de México, todos los demás elementos se preservan hasta la actualidad.

En su base, hacia ambos lados, dos cartelas o letreros semejando rollos de pergamino desplegados, ostentan leyendas con el siguiente texto: «Philip III D.G. Hispaniarvm et Yndiarvm rex. Anno a nativitate domini 1599», cuya traducción del latín quiere decir «Felipe III por la gracia de Dios, rey de España y de las Indias, año del nacimiento del Señor de 1599». Luego de alcanzada la Independencia de la nación mexicana, el 10 de enero de 1822 se ordenó que «el escudo detallado de las armas imperiales sustituya a los de la monarquía española que aparezcan todavía en los tribunales, salas de Ayuntamiento, casas consistoriales, oficinas, templos, puentes y otros edificios y parajes». El decreto fue publicado en Mérida el 27 de abril del mismo año por el gobernador de Yucatán, Melchor Álvarez, nombrado por la Regencia del Imperio. Dando cumplimiento a esta disposición fue como el escudo frontal de la Catedral fue pulverizado a golpe de cincel. La superficie llana fue utilizada para esculpir el águila imperial de medio perfil, alas desplegadas y cabeza coronada mirando hacia atrás, típico diseño de la primera insignia nacional. Muerto Iturbide, para ocultar la corona de piedra del águila catedralicia, las autoridades locales republicanas ordenaron que fuera cubierta con argamasa, extendida más tarde a toda la superficie del escudo, por decreto del 2 de mayo de 1826.

Por años el escudo de la Catedral permaneció oculto, pero en 1865, durante el Segundo Imperio, fue retirada la cubierta de argamasa a iniciativa del promonarquista Cosme Ángel Villajuana. Al instituirse nuevamente la República, se volvió a cubrir el escudo, permaneciendo así por un largo período, hasta que el emplasto se retiró sin que se sepa la fecha exacta, tiempo después de la visita de Porfirio Díaz a la ciudad de Mérida (1906).

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