Escalante y Turcios, Juan de

Escalante y Turcios, Juan de  (1610-1681) Obispo de Yucatán. Nació en Andalucía, España, y murió en Umán, Yucatán. En la Universidad de Granada obtuvo los grados de bachiller en filosofía, teología y cánones, para luego continuar con la carrera sacerdotal. Tras ordenarse, se le asignó un puesto en la Catedral de Comayagua, en el Reino del Perú, del cual tomó posesión para más tarde ascender hasta el cargo de deán. De acuerdo con el historiador Crescencio Carrillo y Ancona, el 14 de octubre de 1654, el rey Felipe IV le dirigió desde Madrid una Real Cédula promoviéndolo al cargo de arcediano de la Catedral de Mérida, del que tomó posesión el 2 de abril de 1656. Ya radicado en esta ciudad, ingresó a la Universidad de San Pedro donde alcanzó los grados de licenciado y doctor en los años de 1656 y 1657, respectivamente. El 12 de mayo de 1658, el rey de España lo promovió para ocupar el cargo de deán de la Catedral de Mérida, puesto del que tomó posesión el 30 de agosto del mismo año. Desempeñó, por nombramiento de los tribunales metropolitanos, las posiciones de comisario del Santo Oficio y de la Santa Cruzada, además de ejercer por 10 años consecutivos, a instancia del obispo Luis de Cifuentes, las funciones de provisor, oficial y vicario general, responsabilidades que le trajeron querellas y disgustos por evitar abusos en contra de los indios, al igual que el enfrentamiento con funcionarios civiles y militares que exigían preferencias en los actos de culto para que se les esperara hasta más de una hora antes de iniciarlos. Asimismo, afrontó con sabiduría y probidad la conflictiva existente entre el clero regular y secular.

En 1671, recibió una Real Cédula de la reina Ana de Austria, en nombre de su hijo Carlos II, donde se le nombró arzobispo de Santo Domingo en la iglesia primada de las Indias, tras la muerte de Francisco Pío. El Papa Clemente X le otorgó las bulas el 3 de mayo de 1672 y fue el obispo de Yucatán, Luis de Cifuentes y Sotomayor, quien le dio la consagración episcopal en la catedral meridana, y el 1 de noviembre de 1673 le fue impuesto el Sacro Palio. Gobernó la isla caribeña a partir de 1674. En mayo de 1676 recibió la noticia de la muerte del obispo Cifuentes, sucedida en Mérida, motivo por el cual escribió al rey solicitándole lo presentara ante el Papa para ocupar la diócesis vacante.

El monarca le despachó una Real Cédula el 20 de marzo de 1677, un año después de la muerte del prelado, en donde le indicaba que partiera hacia la provincia de Yucatán y entregara al cabildo la carta anexa a la Real Cédula, en la que encargaba se le diera poder para gobernar, mientras llegaban las bulas papales. Viajó, con grandes dificultades, de Santo Domingo a Yucatán, llegando a las playas yucatecas en diciembre de ese año para tomar posesión inmediata de la Diócesis como obispo electo. Tres años tardaron en llegar las bulas dado que en 1676 falleció el Papa Clemente X y hubo elecciones para ocupar el Solio Pontificio, resultando electo Inocencio XI, quien le expidió las bulas de su ministerio pastoral el 3 de mayo de 1680 y fueron recibidas en septiembre del mismo año.

La designación y presencia de Escalante y Turcios encontró cierta resistencia en algunos miembros del clero regular, ante el temor de los franciscanos de perder sus curatos y otros privilegios. En su visita pastoral observó algunas anomalías que lo motivaron a bajar los aranceles en favor de los indios y reformar las costumbres ya viciadas de los franciscanos. Las relaciones entre el obispo y el provincial se hicieron tirantes, sobre todo a partir de la designación de sacerdotes del clero secular para sustituir a seis religiosos franciscanos del mismo número de parroquias, en ejecución de una sentencia del Consejo de Indias. Esta disputa se había iniciado 100 años antes, durante la administración pastoral de fray Diego de Landa.

En 1681, luego de recorrer la provincia de Tabasco, en la villa de Umán, falleció repentinamente el 31 de mayo. De acuerdo con algunos autores como Justo Sierra y Eligio Ancona, aunque Carrillo y Ancona mantiene sus reservas al respecto, el obispo Escalante fue envenenado por su cocinero a instancias de los franciscanos, aunque esto nunca fue probado. El cadáver fue trasladado de Umán a Mérida y sepultado en la Catedral.

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