Enoc

Enoc  Personaje de la primera mitad del siglo XX que todavía se conserva en la memoria colectiva de Yucatán como el Profeta Enoc o Enoch mayanizado. Santiago Burgos Brito en su libro Gentes y cosas de Yucatán lo describe como de tipo mestizo, con predominio de la raza indígena, que llamaba la atención por sus largos cabellos y por sus extravagantes prédicas llenas de profecías, imprecaciones y consejos. Decía llamarse Lauriano Ojeda, con i y no con e, además de ser, según él, el Profeta Enoc, basado en Las Sagradas Escrituras. Recorrió varios pueblos del estado, así como la totalidad de Mérida y sus barrios, predicando a través de pasajes bíblicos la desgracia y el desaliento de los pobres que no le siguieron para cambiar el orden social por uno más justo. Sus discursos influyeron más en el ámbito rural, donde fue visto como un ser misterioso y divino. Carlos Bojórquez Urzaiz refiere que en la memoria colectiva de algunas poblaciones de Yucatán todavía se habla de las travesías de Enoc. En Maxcanú cuentan que usaba el cabello largo y vestía una túnica de manta y que en vez de comida prefería tomar pozole.

En Halachó pregonó los cambios que sufriría el pueblo y se proclamó el último de los profetas sobre la faz de la tierra. Fue encarcelado y maldijo a Halachó anunciando que la celda donde estuvo encerrado se desfondaría y que cuando él abandonara el pueblo vivirían sólo de lo que produjeran, sin dinero. La tradición recuerda que Enoc flotó en el aire y viajó de Halachó a Maxcanú; los relatores del testimonio de Enoc argumentan «que la actual situación de la zona henequenera fue profetizada por Enoc». En Telchac Pueblo relatan que vieron a Enoc transfigurar su persona en langosta. En la sociedad maya de Quintana Roo, las prédicas de Enoc fueron acogidas como testimonio que los alertó contra los protestantes a quienes éste consideró el anti-Cristo. La sociedad maya de Quintana Roo le confirió el título de Tata Enoc. En cambio, en Mérida provocaba risa, indiferencia e incluso era atacado por parte de muchachos callejeros. Cuando ya era visto como uno más de los personajes populares meridanos, fue remitido por las autoridades municipales al Asilo Ayala. Aquí permaneció siete días y fue el lugar donde perdió su larga cabellera.

Después de estos sucesos Enoc no volvió a aparecer por los sitios que más asiduamente frecuentaba. Burgos Brito dice que volvió a tener noticias de él cuando al leer el libro Misticismo y locura, escrito por el brasileño César Osorio, encontró que entre uno de los casos de estudio estaba el del Profeta de Gávea, nombre de una población cercana a Río de Janeiro, que resultó ser Lauriano Ojeda o el Profeta Enoc. Según se apunta en este libro, a los 29 años de edad, Enoc tuvo la primera revelación, fue entonces cuando abandonó su lugar de origen, rumbo a Veracruz, donde trabajó como obrero; aquí tuvo una segunda revelación y además recibió la orden de cumplir con un programa divino. Recorrió entonces todo México, pasó luego a Centroamérica, teniendo en Cayana otra revelación relativa al fin de su misión profética y por último llegó a Brasil donde llegó a ser popular.

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