Huracán Nombre maya-quiché mencionado en el Popol-Vuh, que se aplicaba colectivamente a las divinidades creadoras que dieron vida a los cuatro bacabes que sostenían al mundo sobre sus hombros; el nombre significa: corazón del cielo, y estaba representado por la gran constelación que ahora se conoce como Orión. No se sabe por qué se aplicó ese nombre a los ciclones tropicales del Océano Atlántico, por lo que son sinónimos ambos términos (Véase: Ciclón). Ha sido fijada internacionalmente la escala de Saffir-Simpson, de cinco grados, para clasificar la intensidad, tomando en consideración la velocidad del viento; la altura o ascenso sobre el nivel del mar de las marejadas que produce el empuje del viento y los daños que habitualmente ocasionan vientos y mareas de esa magnitud. En tal escala, el grado 5 corresponde a huracanes con vientos superiores a 250 km/h, mareas de más de 5 m sobre el nivel normal y graves daños en edificios e instalaciones. También hay que considerar la cantidad de agua que deja en forma de lluvia; un huracán de mediano tamaño puede movilizar cada 24 horas alrededor de 15,000 millones de toneladas de agua y cubrir con sus formaciones de nubes una superficie muy grande, originando grandes inundaciones, lo cual sucedió en Yucatán en 1628. Las estadísticas indican que sólo uno de cada 25 huracanes entra a la Península de Yucatán y que tal cosa ocurre a intervalos promedio de 3.5 años; sin embargo, hay períodos en que la frecuencia es mayor o menor, ya que en la segunda y cuarta décadas de este siglo tocaron tierra cinco huracanes en cada ocasión, o sea uno cada dos años por término medio, y en cambio sólo tres lo hicieron entre 1961 y 1987, lapso en el que transcurrieron 13 años consecutivos, a partir de 1975, sin que ninguno entrara a la Península de Yucatán. Para superhuracanes de grado cinco, las probabilidades de repetición son de sólo una vez en más de 100 años; posiblemente de esta categoría hayan sido el de 1464, rememorado por Landa, el de 1692, calificado de espantoso por los historiadores e indudablemente el «Gilberto» de 1988, que causó graves daños en toda la zona norte de la Península de Yucatán. El huracán «Janet» de 1955 no fue muy intenso, pero su marejada arrasó el puerto de Chetumal. Se considera excepcional el caso del «Roxana» de 1995, que después de pasar sobre Campeche en su trayectoria normal de Oriente a Poniente, se detuvo dos días en el Golfo de México, se movió en sentido inverso y volvió a abatir dicha población, desviándose luego hacia el Noroeste.