Julián y Melchor, los primeros mayas que hablaron español Cuando Hernández de Córdoba desembarcó en 1517 en Cabo Catoche y de hecho tomó por asalto un pueblo cercano que algunos identificaron como Ekab, Bernal señala: «…en aquellas escaramuzas prendimos dos indios, que después que se bautizaron se llamó el uno Julián y el otro Melchor y entrambos eran trastabados de los ojos.» El fin de esta captura era, por una parte, enseñarlos al gobernador Diego Velázquez como muestra de la nación descubierta (desde Colón, se mandaban indígenas americanos para exhibirlos ante los reyes y la Corte), para obtener de ellos alguna información que les fuese útil en sus futuras empresas y sobre todo, para enseñarles el español y disponer así de intérpretes. Grijalva, a lo largo de su recorrido, hizo lo mismo: en Puerto Deseado embarcó a cuatro indígenas, el más conocido de los cuales fue Pero Barba; en el río Banderas, territorio culúa, embarcaron a otro que llamaron Francisco. Bernal comenta que de regreso a Santiago «(…)donde estaba el gobernador y después que hubieron desembarcado los dos indios que hubimos en la Punta de Catoche, que se decían Melchorejo y Julianillo y sacaron el arquilla con las diademas y anadejos(…)» los dos pobres cautivos formaban así parte del botín obtenido durante la expedición. Ambos mayas quedaron a disposición del gobernador que, de algún modo, trató de obtener de ellos alguna información sobre las tierras recién descubiertas.
Durante su primer año de cautiverio, aprendieron algunas palabras de español y posiblemente para tener la oportunidad de regresar a su tierra, «el indio Julianillo… decía que había oro.» Cuando Diego Velázquez, entusiasmado por el oro, aunque poco traído por Hernández de Córdoba y la confirmación de su abundancia hecha por Julianillo, preparó la segunda expedición cuyo mando otorgaría a Grijalva; envió a Julián y a Melchor como intérpretes. Es probable que de ellos, se supiera ya la existencia de los dos hombres blancos que vivían en Yucatán: Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero. Los dos mayas llegaron a Cozumel como parte de la expedición de Grijalva y según Bernal, se encontró a la jamaiquina que fue mandada a buscar a los pobladores que habían huido de miedo «porque los indios Juanillo y Melchorejo tuvimos temor que si se apartaban de nosotros que se irían (a su tierra) que está cerca.» En efecto, los dos mayas eran mantenidos cautivos contra su voluntad, por lo que los españoles no se atrevían a dejarlos bajar de los navíos. Esta desconfianza que los españoles mantenían ante ellos resulta evidente por el comentario de Bernal Díaz durante la estancia de Grijalva en Champotón, donde atraparon a tres indios «mandóles el capitán que fuesen a llamar al cacique de aquel pueblo y se les dio muy bien a entender con las lenguas Julianillo y Melchorejo, y que les perdonaban lo hecho y les dio unas cuentas verdes para que les diesen en señal de paz. Y fueron y nunca volvieron y creímos que los indios Julianillo y Melchorejo no les debieron de decir lo que les mandaron, sino al revés.» Sin embargo, el uso de los intérpretes mayas resultaba beneficioso en algunos casos, como en la desembocadura del río Grijalva donde encontraron a toda la población armada y dispuesta al combate «y desde que los vimos de aquel arte, estábamos para tirarles con los tiros y las escopetas y ballestas y quiso Nuestro Señor que acordamos llamarlos; con Julianillo y Melchorejo, que sabían muy bien aquella lengua, se les dijo que no hubiesen miedo, que les queríamos hablar(…)» En 1518, regresaron con Grijalva a Cuba donde ya se preparaba la armada que poco después mandaría Cortés para la conquista de México. No sabemos en qué circunstancias, pero Julián, que parece haber sido el que mejor hablaba el español, murió en el exilio, lejos de su tierra y de su pueblo.
Cortés llegó a Cozumel en 1519 «(…)y luego mandó traer los dos indios y la india que habíamos tomado (cerca del lugar donde desembarcaron) y con el indio Melchorejo(…) que entendía bien aquella lengua, les habló, porque Julianillo su compañero(…) ya se había muerto.» En la misma isla de Cozumel, hablando con los habitantes para obtener información de los españoles que vivían en Yucatán, utilizó los servicios de Melchor «…que entendía ya poca (alguna) cosa de la lengua de Castilla(…)» Prosiguió el viaje de Cortés hasta alcanzar la desembocadura del río Grijalva, donde se enfrentaron a la resistencia armada de la población. Ocupada la aldea, los españoles durmieron en tierra firme.
Al día siguiente, Cortés ordenó que Pedro de Alvarado fuera a explorar tierra adentro, llevándose a Melchorejo «(…) y cuando le fueron a llamar al Melchorejo no le hallaron, que se había ya huido con los de aquel pueblo de Tabasco; porque según parecía, el día antes, en la Punta de los Palmares, dejó colgados sus vestidos que tenía de Castilla y se fue de noche en una canoa.» El orgullo del maya y su odio a los extranjeros lo hace prototipo del patriota indígena, quien en su huida, regresa a sus captores hasta las prendas, tanto apreciadas, que éstos le dieron. Pero aquí no termina su extraordinaria aventura; en los combates que siguieron allí, los españoles supieron «que el indio Melchorejo(…) que se fue la noche antes a ellos (los chontales) les aconsejó que diesen guerra de día y de noche y que nos vencerían.» Julián y Melchor resultan ser, para la historia indígena, los primeros mayas que hablaron el español al mismo tiempo que símbolos de la resistencia de este heroico pueblo a la dominación extranjera; dos ilustres héroes anónimos conocidos temporalmente como Julián y Melchor.