Electrificación En 1790, durante el gobierno de Lucas de Gálvez, se estableció el alumbrado público en la ciudad de Mérida y más tarde se extendió a otras localidades importantes del estado. El alumbrado público consistió en faroles empotrados en las paredes de las casas o en pilastrones construidos especialmente para ello, que funcionaban con aceite de higuerilla (xkooch, en maya) y velas de sebo. La población urbana se alumbraba en sus hogares con velas y lámparas, éstas últimas activadas con el mismo combustible, práctica que se preservó hasta mediados del siglo XIX, en tanto que la rural lo hacía con primitivas teas hechas con madera resinosa (tah-ches). A partir de la década de los 60 del siglo pasado, los faroles con velas que iluminaban las calles de Mérida fueron sustituidos por faroles de aceite de carbón (petróleo), atendidos por un farolero que se encargaba de encenderlos y apagarlos todas las noches, mientras que en los hogares se emplearon quinqués de vidrio, loza o porcelana que funcionaban también con aceite de carbón.
En las casas residenciales, salones de baile y centros de recreo se usaron lámparas de techo llamadas arañas, que consistían en colgantes de hierro en los que se colocaban varias lámparas de petróleo. Tanto el petróleo como los quinqués fueron introducidos a la entidad por los comerciantes Felipe Molina Avendaño y Daniel Zorrilla, adquiridos en Nueva York en 1864, y posteriormente importaron las arañas. Víctor M. Suárez Molina refiere en su libro La evolución económica de Yucatán que la primera planta de luz eléctrica la trajo a la entidad Leopoldo Albertos en 1883, pero fue hasta el 31 de octubre de 1889 cuando se instalaron los postes de madera por las calles de Mérida para la colocación de aisladores, cables y focos del alumbrado público, del que fue contratista Miguel Espinosa Rendón. La instalación del servicio estuvo a cargo de la Thompson Houston International Electric Co. de Boston, Estados Unidos de América, empresa que envió a R.G. Ward para dirigir los trabajos. La planta y el servicio fueron inaugurados oficialmente el 5 de mayo de 1892 bajo la administración personal de Espinosa Rendón e hijos.
Ante la deficiencia del servicio y las numerosas quejas del público, la familia Espinosa cedió la concesión en 1899 a la Compañía Yucateca de Luz y Fuerza Eléctrica, presidida por Rafael Peón Losa. Para final de siglo, el centro de Mérida contaba con 150 focos de luz eléctrica de arco voltaico y el resto de la ciudad era iluminado por 560 faroles de petróleo, en tanto que el servicio eléctrico en otras poblaciones del estado funcionó ya iniciado el siglo XX. En noviembre de 1906 se introdujo en Valladolid el primer alumbrado público por medio de acetileno y un año después el puerto de Progreso inauguró su servicio eléctrico en agosto de 1907, proporcionado por la planta de Aguado y Carbonell. La Compañía Yucateca empezó, paulatinamente, a surtir de corriente eléctrica a casas particulares y de comercio, oficinas y talleres e introdujo en 1901 el cableado subterráneo, que más tarde sería sustituido por el aéreo. Sin embargo, no pudo encauzar bien sus actividades, resultando que sus costos de mantenimiento y operación eran superiores a sus ingresos, por lo que la empresa alemana Siemens y Halske, se hizo cargo del negocio desde agosto de 1903 hasta abril de 1913, cuando fue traspasada a una nueva compañía extranjera. Con el tiempo ésta fue sustituida por la Compañía de Electricidad de Mérida, que luego cambió su denominación por la de Compañía Eléctrica de Mérida. Al promulgar el presidente Lázaro Cárdenas, desde Mérida en 1937, la creación de la Comisión Federal de Electricidad, dicha empresa oficial se hizo cargo del suministro de energía eléctrica en todo el país, por medio de plantas termoeléctricas. Para 1983, en Yucatán se habían electrificado 461 localidades pertenecientes a todos los municipios de la entidad y para 1993 el 94% de la población yucateca, de acuerdo a los datos oficiales, contaba con el servicio.