Veleta

Veleta  Instalación de hierro construida en forma de torre piramidal, coronada por un eje con aspas movidas por el viento y cuyo movimiento hace posible la extracción de agua del subsuelo. El artefacto fue inventado por Raúl Perón, de origen francés, quien denominó a su invento «veleta de alas movibles», y cuyo diseño presentó al gobierno de Octavio Rosado (1882-1885). Obtuvo un decreto que le concedió la exclusiva de su invento por el tiempo que prescribe la ley. Perón envió sus planos y su patente a Estados Unidos de América para la fabricación de éste, pero no disfrutó de su creación por haber fallecido. Poco tiempo después, empezaron a llegar a Mérida las veletas de la Aer Motor Company, de Chicago. El primero en tener una veleta en Yucatán fue un inmigrante alemán de apellido Casselmann, quien la instaló en el patio de su casa. Con el tiempo llegaron a ser tantas las veletas colocadas en la ciudad, que Mérida llevó por muchos años el sobrenombre de «la Ciudad de las Veletas». El historiador Víctor Suárez Molina señala que su uso en el campo fue de gran utilidad para la agricultura, pues facilitó el riego de huertas, hortalizas, pequeñas parcelas de tierra de cultivo intensivo y semilleros de henequén, así como el suministro de agua en los pueblos. Contribuyó al amplio uso de este sistema el hecho de que la primera capa del manto freático estuviera a 7 u 8 m de profundidad en la zona noroeste del estado y en las cercanías de la costa, y a 10 o 15 m en la zona centro. Rápidamente se extendió el uso de las veletas para llenar los tanques de las fincas y huertas, en sustitución de las norias o reforzando el trabajo de éstas. Al poco tiempo, se empezaron a instalar depósitos de agua, elaborados con lámina galvanizada, junto a las torres de acero de los molinos de viento y de las azoteas de las casas de máquinas, de las casas principales de las haciendas y las urbanas de las ciudades, villas y pueblos, para almacenar el agua extraída. Para 1885, existían en Yucatán 29 molinos de viento, de los cuales 23 se localizaban en Mérida y los restantes en Progreso, Hunucmá y Maxcanú; años más tarde, se levantaban cientos de torres de veleta en todo el estado, y para mediados del siglo XX, tan sólo en Mérida había 3,000 o más.