Velázquez, Vicente María

Velázquez, Vicente María  (1773-1828) Conocido como el «Padre Velázquez», fue sacerdote, humanista, político y fundador de la sociedad de los Sanjuanistas. Nació y murió en Mérida, Yucatán. Fueron sus padres Agustín Velázquez Novelo y María Alvarado Zapata, casados el 11 de mayo de 1772 en la ermita de San Juan Bautista a los 43 y 38 años de edad respectivamente; según Abelardo Barrera Osorio, Velázquez Novelo era entonces heredero de unas extensas propiedades en Yaxcabá. Fue bautizado el 11 de abril de 1773 en la Catedral, por el teniente cura de la misma Juan Vicente Suárez, siendo su madrina Josefa Chacón. Transcurrió su infancia cerca de la plazuela del barrio de San Juan, donde se ubicaba su casa. Posiblemente realizó sus primeros estudios en la ermita de San Juan Bautista, donde la familia Velázquez tenía alguna vinculación, según infiere Ignacio Rubio Mañé, ya que eran descendientes del capitán Juan Álvarez de Gamboa, quien en 1639 aparecía como mayordomo de la ermita, y además, otros parientes ocuparon cargos relacionados con ésta, como Bartolomé y Juan Antonio Velázquez, capellanes en la segunda mitad del siglo XVIII.

Velázquez entró a estudiar en el Convento Grande de San Francisco, cuando era prior fray Pedro de Armas, a los 20 años, ya que un documento del 23 de julio de 1794 firmado por los bachilleres Felipe Ortega y Casimiro Villa, seguramente sus maestros, certifican que Velázquez había estudiado «teología desde octubre de (1793) hasta el presente, dando pruebas de su aplicación y cristiana conducta»; este certificado lo pidió Velázquez para acompañarlo a su solicitud de poder vestir los hábitos clericales para, según él, «mejor imponerme en las ceremonias de la iglesia» ya que pretendía «seguir el estado eclesiástico». En el convento cursó, además de teología, filosofía, latín y posiblemente maya; tal vez por este tiempo, entró en contacto con el libro Tratado de la destrucción de las Indias Occidentales, de fray Bartolomé de las Casas, su lectura favorita a decir de sus biógrafos.

En marzo de 1795, aprovechó una convocatoria para solicitar el subdiaconado y acreditó para ello la correcta asistencia a sus estudios en el convento y a sus funciones de Catedral, consistentes éstas, según la certificación de Domingo de Echeverría, capellán de sagrados ritos y ceremonias de la Catedral, en ser «sobrepelliz y bonete a hora de asistencias solemnes de misas cantadas y procesiones».

El 19 de octubre de 1796, Velázquez consiguió otra certificación de Felipe Ortega, Casimiro Villa y Pedro Cortés, donde consta que «ha asistido a nuestras clases con aprovechamiento literario, puntualidad y exactitud en el desempeño de sus tareas», además «ha sostenido con lucimiento dos actos públicos que se le han encomendado», observando «una conducta muy conforme al estado eclesiástico en que se halla constituido de subdiácono»; quizá la certificación la obtuvo para acreditar que ya era apto para el diaconado.

El 11 de enero de 1800, emitida la convocatoria, solicitó, presentándose aún como clérigo subdiácono, al vicario general y gobernador del obispado Santiago Martínez de Peralta, para que lo admitiera, «previo el examen y demás requisitos acostumbrados», librarle las Letras Dimisoriales, y así pudiera «el señor obispo de Ciudad Real (Chiapas) y otro obispo católico que se me proporcione, me haga la gracia de conferir el Diaconado y Santo Presbiterado». Después, Diego Cavero, secretario de Martínez de Peralta mandó publicar la solicitud de Velázquez en la Catedral los tres domingos sucesivos, para que la gente supiera como «el suplicante trata de ordenarse desde el sagrado diaconado hasta el presbiterado», de modo tal que si alguien tuviera «algún impedimento» lo declarase. Velázquez fue aprobado finalmente el 19 de febrero para el sacerdocio. Al parecer fue consagrado en marzo dando su primera misa a los pocos días en la ermita de San Juan Bautista, de la cual pasó a ser capellán por «derechos de familia», según lo inferido por Rubio Mañé.

Entre 1805 y 1808, aproximadamente, Velázquez fundó la sociedad Sanjuanista, con la finalidad de rendir culto a San Juan Bautista, santo de la ermita, que en la época colonial era muy solicitado cada vez que azotaban las plagas de langosta, por tal motivo los primeros integrantes fueron religiosos, como los padres Francisco Carvajal, Rafael Aguayo, Mauricio Gutiérrez y Manuel Jiménez, conocido como el Padre Justis, y personas de carácter piadoso como José Matías Quintana, quien fue padre de Andrés Quintana Roo. Las reuniones se llevaban a cabo en la sacristía de la ermita, donde Velázquez residía, ubicado en la parte posterior de aquélla, en la esquina de las calles hoy numeradas 62 y 69. Las preocupaciones humanistas de Velázquez dirigían el tono de las reuniones de lo religioso a lo social. Pronto, lo que se discutía eran la condición de los indios y los problemas que aquejaban a la provincia. Velázquez llegó a decir, de acuerdo con Justo Sierra O’Really, que «estos pobres indios forman la inmensa mayoría de los yucatecos, descienden de los primitivos dueños de la tierra, nuestros padres les usurparon todos sus derechos y los esclavizaron, so pretexto de religión. Ellos entonces pueden y deben dar la ley en el país»; Sierra agrega, además, que Velázquez «quería que las tierras todas fuesen devueltas a los indios sin excepción ninguna: que los títulos de propiedad no se tomasen en cuenta para nada, supuesto que la detención arbitraria jamás podía justificarse; que los indios eligiesen la forma de gobierno que juzgasen mejor, supuesto que ellos eran realmente el pueblo yucateco, y que de las riquezas que se habían acumulado con otros títulos, no siendo los señoriales, se formase un fondo común para distribuir entre todos: indios y blancos».

Entre 1808 y 1812, las reuniones en la sacristía de Velázquez se hicieron más animadas y radicales, debido sobre todo a las informaciones y periódicos que llegaban de España vía La Habana, Cuba, con respecto de la invasión francesa a la metrópoli y la propagación de las ideas liberales, con las cuales estaban identificados, y también por la entrada de nuevos integrantes como Lorenzo de Zavala, quien fue alumno de Pablo Moreno Triay, quien había roto con la filosofía tradicional en el Seminario de San Idelfonso de Mérida. De 1812 a 1814, la sociedad Sanjuanista alcanzó su apogeo político al ser proclamada la Constitución de Cádiz, de corte completamente liberal. El 15 de noviembre de 1812, día que se realizaron las primeras elecciones en Mérida, Velázquez resultó «elector por mayoría», encargado de elegir el cabildo meridano, por 196 votos; el único que lo rebasó fue Pablo Moreno Triay con 225, en tercer lugar quedó José María Quintana con 196. Durante este tiempo, una de la luchas de Velázquez fue pedir la observancia de las nuevas leyes con respecto de los indios, declarados hombres libres e iguales, sin obligación de pagar los acostumbrados tributos a la Iglesia y con derecho a poseer una tierra para trabajar. Sin embargo, no fue del todo aplicada, incluso, un grupo de párrocos pidió a la diputación provincial, el 22 de junio de 1813, que los indios pagaran provisionalmente en especie sus correspondientes tributos.

El 27 de julio de 1814, al ser proclamado en Mérida el bando de la derogación de la Constitución de Cádiz, por mandato del rey Fernando VII, los rutineros, el grupo contrario de los sanjuanistas, se exaltaron por completo: luego de haber comenzado una serie de afrentas y desmanes contra todo lo que tuviera relación con los sanjuanistas, un contingente de cerca de 1,500 personas que seguían a 100 calesas, según Eligio Ancona, en las que iban muchas damas principales se dirigió, cerca de las tres de la tarde, a la sacristía de San Juan. El contingente, animado y dirigido por Juan Esteban Arfián, sacó a Velázquez, medio vestido, a base de empujones y golpes, mientras algunas señoras tocaban las campanas de la ermita, lo subieron a un «ridículo carruaje» y lo pasearon por las calles de Mérida. En la Plaza Mayor fue bajado del carruaje, lo hicieron subir la escalera de las casas consistoriales, hoy Palacio Municipal, y lo obligaron a arrodillarse ante un retrato de Fernando VII.»A todo esto, dice Sierra O’Really, se prestó la víctima con la mayor humildad, sin despegar los labios ni una sola vez y limitándose a mantener cerrados los ojos para no sufrir un amargo desengaño, viendo entre la turba a muchos de los que hasta hace pocos días antes, habían aparecido como liberales, siguiendo exageradamente las doctrinas de los sanjuanistas». Ya en la noche, Arfián condujo a Velázquez al Convento Grande de San Francisco, donde fue reducido a prisión al igual que varios de sus compañeros sanjuanistas.

La sociedad Sanjuanista no volvió a reunirse sino hasta 1817, cuando Zavala retornó de su prisión de San Juan de Ulúa y Velázquez y otros sanjuanistas habían recuperado la libertad. Sin embargo, el nuevo motor de la sociedad fue Zavala, quien introdujo la masonería y aceptó a varias personas que habían sido rutineros, como el padre Villegas. Fue entonces cuando Velázquez y otros miembros originales de los sanjuanistas abandonaron la sociedad; inmediatamente, el nombre de ésta fue cambiado a Confederación Patriótica. Tiempo después, Velázquez pasó a ocupar, a partir de 1820, la coadjutoría de la parroquia del sagrario de la Catedral, por nombramiento del obispo Pedro Estévez y Ugarte.

Velázquez era, a decir de Francisco Molina Solís, «un hombre alto, delgado, de cara blanca y enjuta, facciones enérgicas, cabeza calva y apenas coronada por cerquillo de escaso cabello»; Eligio Ancona, por su parte, dice que «en la época que apareció en la escena política, tenía ya una edad bastante avanzada (en 1812 aún tenía 39 años), pero su elevada estatura y su misma cabeza despoblada de cabellos le daban un aspecto imponente y atractivo». Fue también muy conocido y apreciado por su facilidad como orador tanto en lengua española como maya.

Falleció el 25 de abril de 1828, a los 55 años, y según Fernando Solís, teniente de cura del sagrario de la Catedral y quien se encargó del funeral, «murió violentamente con sólo el sacramento de la extremaunción y sin testamento», por lo cual algunos autores sugieren que Velázquez padeció de afecciones cardiacas. Fue enterrado al día siguiente en el cementerio general de San Antonio Xcoholté. Durante el gobierno estatal de Carlos Loret de Mola (1970-1976), se construyó en el fraccionamiento Campestre de Mérida un parque dedicado a los Sanjuanistas, erigiéndose en un lugar prominente una estatua del padre Velázquez.