Vázquez del Mercado, Diego (1538?-1616) Obispo de Yucatán. Fue el primer clérigo secular que ocupó la mitra yucateca. Nació en Alcaraz, Albacete, España, y murió en Filipinas. Se ordenó sacerdote a los 25 años. Antes de pasar a Yucatán como obispo, era deán de la Catedral de Valladolid (hoy Morelia). Tras la muerte del obispo de Yucatán Juan de Izquierdo, el rey Felipe III lo presentó ante la Santa Sede el 22 de octubre de 1603 para ocupar la silla episcopal. El Papa Clemente VIII lo preconizó y le otorgó las bulas el 13 de enero de 1604. Se desconoce la fecha exacta en que tomó posesión de la diócesis, pero fue poco tiempo después. Hizo al padre Pedro Sánchez de Aguilar su provisor y vicario general, y una de sus primeras acciones fue gestionar la venida de jesuitas para que fundaran un colegio en Mérida. En 1605 llegaron los padres Pedro Díaz y Pedro Calderón y, aunque fueron recibidos con notable entusiasmo, el colegio no se abrió sino hasta 1618.
Para 1607, Vázquez ya había recorrido la diócesis entera, y luego emprendió otra visita de la misma importancia hasta llegar a pueblos muy alejados; por esta cualidad sus biógrafos lo denominaron «vigilantísimo pastor». Carrillo y Ancona señala en su libro El Obispado de Yucatán que, durante su gestión, Vázquez del Mercado tuvo diversos problemas con el gobernador y capitán general, Carlos de Luna y Arellano, pues el funcionario consideraba que era al gobierno civil a quien correspondía resolver los asuntos relativos a los indios acusados de idolatría; por ello, el prelado elevó su queja ante la Real Audiencia de México. Otra dificultad se suscitó ante la acción emprendida por Sánchez de Aguilar contra una familia de españoles, quienes habían intentado asesinar a un religioso de la Orden de Santo Domingo. Sánchez les embargó algunos bienes y luego pidió auxilio a los alcaldes de Valladolid, pero no acudieron al llamado y sí en cambio lo remitieron al gobernador de la provincia y a su teniente general. Este último acusó al provisor eclesiástico por haber procedido al embargo sin contar con la autoridad especial. El obispo nuevamente elevó la querella ante la Real Audiencia de México. Al final, no se castigó a nadie, salvo que se le pidió a las justicias civiles que dieran auxilio real a las autoridades eclesiásticas en casos como éste.
Además de las tensiones con el gobierno civil, al prelado le tocó enfrentar situaciones difíciles con los franciscanos y su cabildo. En ese tiempo, los religiosos de la Orden de Santo Domingo solicitaron permiso al rey para fundar conventos de su Orden en la provincia de Yucatán, lo que alarmó a los franciscanos, quienes presionaron al obispo para que elevara un informe ante el rey. Vázquez escribió la carta al rey pidiéndole que «no permita que de otra religión entren doctrinas de ella, y mucho menos los padres dominicos de la Isla Española», ya que «hay suficientes ministros de frailes de San Francisco que por muchos años pueden administrar», además de que «sería de grande escándalo entre los indios y de gravísimos inconvenientes». Por lo que respecta al cabildo, las dificultades tuvieron como causa los diezmos recaudados en la provincia de Tabasco, que pertenecía provisionalmente al obispado yucateco por disposición real, y el que no se enviara una parte de los mismos a las finanzas de la diócesis. El asunto se resolvió cuando el obispo expidió un auto el 2 de enero de 1609, concediendo al cabildo lo que pedía.
Durante su gestión se le concedió a la capital de la provincia y a la diócesis el título de «Muy noble y muy leal ciudad de Mérida de Yucatán”. Para premiarlo por sus méritos, el rey lo elevó a la dignidad de arzobispo y lo presentó ante la Santa Sede para que lo promoviera a la Arquidiócesis de Manila, Filipinas. El 30 de enero de 1609 dejó la mitra y se dirigió al puerto de Veracruz, donde recibió las bulas papales el 11 de marzo. Tomó posesión de su nuevo cargo en 1610 y lo ejerció hasta el 12 de junio de 1616, año en que falleció.