Michel Antochiw

Coordinador General

Concluida la versión impresa de la Enciclopedia alfabética Yucatán en el Tiempo, todo el equipo encargado de la elaboración de las fichas y de la redacción final experimentó, después de muchos meses de arduo trabajo, un profundo y deseado relajamiento. Sin embargo, ninguno sintió la satisfacción del trabajo terminado, de la tarea felizmente llevada a cabo, del descanso merecido. Algo quedaba pendiente. Difícil resulta expresar esta sensación, este sentimiento de insatisfacción que nos invadía cada vez que algún papel impreso o manuscrito, con los que todos seguíamos tropezando, nos recordaba la obra concluida.

Pero, ¿estaba concluida? Desde el punto de vista estrictamente formal, lo estaba, efectivamente, y los ejemplares impresos lo afirman. Pero para todos los que, sentados frente a la mesa de trabajo, entre pilas de libros, fotocopias, artículos de periódicos y revistas, apuntes mal hechos a lápiz, carpetas llenas de quién sabe qué, ennegrecidas por los infinitos arrastres de un extremo al otro del escritorio y con las cicatrices circulares que inexplicablemente las tazas de café imprimían al papel, para todos ellos, repito, la tarea dejaba ahora un vacío, una pequeña pero constante y aguda insatisfacción como la que se siente al no poder leer la carta que uno escribió después de firmarla.

Entonces se presentó la ocasión de preparar la nueva versión, o mejor dicho, la nueva presentación de Yucatán en el Tiempo. Febrilmente, los escritorios recobraron su color original al reubicarse libros, carpetas y papeles en los lugares que les correspondían, tanto en los estantes y los archiveros como en las numerosas papeleras adquiridas con el propósito de descontaminar nuestro ambiente laboral.

Con entusiasmo nos preparábamos para traicionar al venerable Gutenberg, para lanzarnos como pioneros a la conquista del disco compacto. Pero, ¿qué hacer exactamente? Después de arduas y acaloradas discusiones, se decidió dar preferencia a la elaboración de nuevas fichas, o sea, agregar más información a la ya existente. Cien, doscientas, trescientas y algunos cientos más de fichas se sumaron a las miles que ya existían. Se trabajó hasta el último minuto del plazo fijado, para el inicio de las vacaciones, sin desaprovechar la ocasión de revisar, modificar, corregir o enriquecer algunas de las fichas ya impresas, lo que redujo en algunos casos el grado de frustración acumulada hasta que, como cuando el despertador nos arranca del profundo y placentero sueño, hubo de entregarse lo hecho, así como lo que pudo haberse hecho.

Todo trabajo de la magnitud de la Enciclopedia alfabética Yucatán en el Tiempo ofrecerá siempre entre sus líneas impresas y entre las palabras escogidas, grandes espacios vacíos que ningún saber humano podrá llenar, o memoria recordar. La tarea fundamental que todos quisimos realizar, no consistió nunca en alcanzar algún tipo de perfección, sino en rescatar del olvido lo mucho que aquí se ofrece, con el deseo y la esperanza de que alguna vez en el futuro alguien diga “no estuvo tan mal lo que entonces hicieron, aunque nunca hubieran podido hacer lo que ahora hemos hecho…”

Agradezco el habérseme permitido unir mi esfuerzo al de las personas —sin citar nombres para no cometer olvidos ofensivos— a quienes correspondió crear, iniciar, elaborar y concluir esta obra, así como también agradezco a todos aquellos lectores que, al ojear volúmenes o consultar en la pantalla, justifican y dan razón de ser a este esfuerzo y estimulan otros similares, colectivos o individuales, como los que se han dado y seguirán dándose en Yucatán.