Quijada, Diego de (¿-1571 o 1572) Alcalde mayor de Yucatán, entre 1561-1565. Estudió en la Universidad de Salamanca y al terminar se trasladó, probablemente en 1544, a Guatemala; fue fiscal de la Audiencia de los Confines y nombrado alcalde mayor y visitador de la provincia de Nicaragua. Al parecer durante y después de 1550 vivió en San Salvador, pues el 3 de noviembre de 1552 la Audiencia lo nombró encomendero de la mitad de los pueblos de Guaymoco y Tacachico. A fines de esta década, fue a España a pedir empleo en el servicio real y Felipe II lo nombró el 19 de febrero de 1560, alcalde mayor de Yucatán y Tabasco. Quijada llegó a Mérida el 28 de junio de 1561, mientras su esposa Guiomar de Acevedo, quien se quedó en San Salvador, llegó meses más tarde. Una de sus primeras responsabilidades en la impartición de justicia fue tomar juicio de residencia al oidor Loaisa, quien enfrentaba entre otros cargos el haber concedido a los encomenderos autoridad para emplear a los indios de sus encomiendas como criados al servicio de sus casas. Esto hizo que en carta al rey, Quijada le informara del servicio de los indios en casas de españoles y de los medios empleados por los frailes para este servicio, consistentes en reunir a «indias vagabundas, solteras y de mal vivir y que son dañosas para el pueblo, para que sirvieran en las casas»; además, solicitó le aclararan cuestiones administrativas, como alcances de su autoridad; le recordaba al rey que él había solicitado al Consejo el título de gobernador y capitán general, y solicitó un sueldo adecuado a sus necesidades. El rey le contestó en carta fechada el 18 de mayo de 1562, confirmándole el derecho a dar encomiendas, pero le prohibía la concesión de ayudas de costa; la Corona le fijó el sueldo anual en 450,000 maravedís y le ordenó un informe sobre las personas que ya tenían ayudas. De su solicitud como gobernador no hubo respuesta. La Corona no fue explícita, pero Quijada quiso entender que su nombramiento implicaba plena autoridad militar y gubernamental. Su política, contraria a los intereses creados, le valió fuerte oposición y hostilidad de la clase española, que dominaba la provincia; cuando revocó por ejemplo las licencias que autorizaban a los encomenderos a sacar indios de sus pueblos para servicio de sus casas, esto afectó en las prerrogativas respecto de sus encomiendas, el trabajo de los indios y su monopolio de los cargos públicos locales. Otra de sus acciones que produjo malestar y oposición fue cuando en Campeche tomó residencia al cabildo, pues de 1558 a 1561 los cargos de dos alcaldes ordinarios y dos regidores habían sido ocupados por 12 individuos, de los cuales dos habían servido como alcaldes por segunda vez, dos como regidores por segunda vez, y dos habían servido una vez como alcalde y otra como regidor, y la elección para 1562 señalaba haber sido arreglada con anticipación. Quijada revocó la elección y dispuso la celebración de otra, apoyándose en la real provisión de la Audiencia de los Confines, la cual no permitía la reelección a «los mismos oficios y también ni de alcalde a regidor ni de regidor a alcalde ni de otro ningún oficio de los susodichos a otros de ellos dentro de tres años». Los afectados se negaron a admitir la disposición de Quijada e hicieron apelación ante la Audiencia de México para que se les restituyera en sus cargos, la cual así lo dispuso y formuló a la vez instrucciones para la ordenación de elecciones en el futuro. Otro ejemplo de su actuar independiente y que contribuyó a incrementar la animadversión a su persona fue cuando se resistió a pasar en data y descargó los pagos a ayudas de costa que importaban más de 4,000 pesos, que el oidor Loaisa concedió a vecinos de la provincia durante el término de su gobierno; después de varios litigios, finalmente el caso fue remitido al Consejo de Indias, que dispuso en favor de Loaisa. Un hecho más que se sumó posteriormente en su contra como funcionario público, fue el caso contra la idolatría en Maní, iniciado en mayo de 1562 ante la denuncia de que en una cueva habían descubierto ídolos y calaveras. Fray Diego de Landa dispuso se investigara y aprehendiera a los indios que vivían cerca de la cueva, y bajo interrogatorio y tortura se declararon culpables y delatores de otros; a los gobernadores, caciques, principales y maestros de escuela que se les encontró culpables, se les imputaron las penas más rigurosas. Quijada participó, por disposición de Landa, en el interrogatorio a Francisco de Montejo Xiu, a quien se le responsabilizó de los males de esa provincia y se le trasladó a Mérida. Landa acusó a Quijada de actuar con tibieza y lisonjas y lo amenazó con dar parte al rey; ante ello Quijada cooperó y llegó a aplicar tormentos a los indígenas. Las investigaciones se extendieron a los cacicazgos de Hocabá, Homún y Sotuta, y los métodos resultaron iguales a los aplicados en Maní. Las consecuencias fueron que varios naturales murieron y un número mayor quedó lisiado. Ante estos hechos surgieron algunos encomenderos y curas que intercedieron en favor de las víctimas, pero los religiosos se negaron a considerar la solicitud, y en respuesta publicaron un edicto dirigido a quienes hubiesen ayudado a los indios o discutido la justicia religiosa por la cual estarían sujetos a penas eclesiásticas, pues eran asuntos de la Inquisición. El hecho que cambió la situación, fue cuando llegó el obispo Toral, como respuesta a la apelación que ante la Audiencia de México hicieron Francisco Bracamonte y Joaquín de Leguízamo por la intransigencia de Landa. Por principio, Toral impuso la condición de que no se aplicaran tormentos, por lo que Landa se negó a continuar en la investigación, y Toral se responsabilizó de ésta; dio cuenta al rey en cartas del 1 y 12 de marzo de 1563, que Landa no había cubierto todas las formalidades legales y denunció la conducta de Diego Quijada y su administración en los asuntos provinciales. Otro suceso que aprovecharon los oponentes de Quijada para denunciarlo y difamarlo fue el auto del 17 de agosto de 1563, con el cual revocó todas las licencias que obligaban a los indios a transportar los tributos y mercancías y que se les pagara por su trabajo lo fijado por la Audiencia de los Confines; pero el no promulgarlo de manera formal hizo que se suspendiera. En 1563, el cabildo de Mérida, los oficiales de la Real Hacienda y el obispo Toral presentaron ante el rey quejas contra Quijada, y en 1564 denunciaron que no era el apropiado para gobernar la provincia; el 3 de junio de ese año, el rey nombró gobernador de Yucatán a Luis de Céspedes, con la instrucción de tomar a Quijada el juicio de residencia. El receptor de la Audiencia fue Sebastián Vázquez. El informe fue totalmente desfavorable a Quijada, y el 31 de enero de 1566, Céspedes dispuso los cargos contra éste; fue el momento en que se manifestó toda la oposición que había generado el alcalde mayor. Se le imputó, principalmente, responsabilidad en los procedimientos contra los idólatras en 1562; quejas por el empleo de trabajo indígena sin su pago correspondiente; procesos injustos contra indios; malversación de fondos destinados a la construcción de la Catedral de Mérida, y parcialidad en procesos contra vecinos. El 12 de febrero de 1566, Quijada presentó sus descargos, y el 20 de febrero de ese año, Céspedes, en sentencia, lo halló culpable de 77 cargos, le absolvió de 26, en parte de cinco, reservó su juicio en 10 y dejó pendientes de averiguación ocho. Además, le fijó una fianza por 20,000 pesos, pero al no poder depositarlos ni obtener fiadores, Quijada fue encarcelado en Mérida; el 19 de febrero de 1567, huyó de la cárcel hacia la Ciudad de México, donde el virrey y la Audiencia le autorizaron ir a España y continuar su apelación ante el Consejo de Indias. Durante este nuevo proceso el Consejo infirió que muchas de las acusaciones fueron inspiradas por motivos de enemistad personal, por lo que la sentencia fue menos severa que la de Céspedes; confirmó la sentencia en la mayor parte de los cargos y revocó aproximadamente 30. Quijada pagó la fianza por condenaciones y restituciones impuesta por el Consejo de Indias, el pago final de restituciones lo hizo su esposa Guiomar de Acevedo, en Yucatán, en 1572. Quijada nunca volvió a Yucatán. Enfermó de asma y murió en Castilla a fines de 1571 o principios de 1572.